Un ensayo escrito para mi querido amigo y profesor Roberto Estevez.
“La educación a producido un amplio número de la población que sabe leer pero no sabe distinguir el valor de la lectura.” La educación ha constituido una de las más grandes paradojas de los últimos siglos. Mientras existe una acuerdo global sobre la necesidad de la educación, sobre el derecho a ser educados y sobre la accesibilidad a la educación, la educación, en el fondo, sigue siendo un privilegio de las élites. La educación se ha transformado de una herramienta para la inclusión en un arma para la segregación y la injusticia. La llamada “guerra contra el terror” ha costado $822 billones de dólares (sin contar con el presupuesto usado por el Pentágono, $481 billones, lo cual llevaría a un gran total de más de un millón de trillones de dólares) . ¿Cuándo comenzará la “guerra contra la ignorancia”? Ciertamente cuando sea tan rentable como la primera.
Con las nuevas propuestas de democratización de un Estado que ha vivido quince años de cleptocracia bajo regímenes sometidos a los inescrupulosos funcionarios del FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial, basando nuestras políticas de estado en los paradigmas del neoliberalismo y el capitalismo que se encargaron de destrozar los sectores de educación y salud, se habla de un nuevo Ecuador, basado en la voluntad del pueblo, una verdadera democracia.
Abraham Lincoln, presidente estadounidense que servió su término desde 1861 hasta su asesinato en 1865, definió acertademente la democracia como «el gobierno de la gente, por la gente y para la gente». En nuestro país, donde los estudiantes reprueban «exitosamente» las pruebas APRENDO, donde la clase media es práctimente inexistente, donde el 80% de las personas son consideradas pobres y donde, según los últimos resultados de las pruebas tomadas a los docentes, se revelan tristemente que la media nacional no supera los 40 puntos sobre 100, no podemos hablar de una democracia constituida de la gente, por la gente y para la gente. En la verdadera democracia el debate es la primordial virtud del electorado. En la verdedera democracia existe una fuerte oposición que mantiene cuistionada constantemente al gobierno instituido, pero que a su vez se preocupa de llegar a consensos que beneficien a la mayoría. En una verdadera democracia el pueblo tiene un constante diálogo con los mandatarios que ellos eligieron.
Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica después de la terminación del apartheid, dijo que «(El) gobierno no puede ser del pueblo cuando este pueblo es ignorante... Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.» Lastimosamente, nosotros como país, somo ignorantes. El Ministerio de Educación, acertadamente, a tenido como slogan: «Educamos para tener patria». Es precisamente esta educación la necesaria para construir un nuevo país verdaderamente democrático. Estamos viviendo una época de cambio y de utopías:
¿Cuándo será la utopía convertir todas las escuelas y colegios en verdaderos palacios del conocimiento? ¿Cuándo será la utopía remunerar al profesor tanto como a un médico? ¿Cuándo será la utopía construir universidades con conciencia política, social y de estado, pero sin afiliaciones políticas? ¿Cuándo será la utopía de que las bibliotecas sean tan concurridas como los centros comerciales? ¿Cuándo será la utopía construir bibliotecas para concurrir? ¿Cuándo será la utopía constituir una prensa crítica y responsable a la vez?¿Cuándo será la utopía cambiar el populismo por el debate? ¿Cuándo será la utopía cambiar las balas por lápices? ¿Cuando será la utopía la verdedera democracia?
El concepto de remuneración docente tiene que ser analizado profundamente. Un incremento del diez dólares al salario básico de un profesor puede significar un alza considerable en la media nacional así como una inversión cuantiosa por parte del Estado. El trabajo de un profesor sigue siendo subvalorado. En el Ecuador, la docencia se a transformado en una profesión de segunda categoría cuyo fin no es educar sino buscar una plataforma política. Si bien los salarios de un educador están por debajo de lo que se pretende dentro del marco de una revolución educacional, la mayoría de los profesores no tienen la capacitación ni las destrezas necesarias para un recibir un salario mejor.
Los más antiguos miembros del magisterio no actualizan sus métodos de enseñanza. La profesión se a vuelto una carga para el profesional. Los educadores se aferran a su cargo y no existe una convicción por su profesión. No hay una conciencia de mejora. Los sistemas de evaluación son cuestionados y la mediocridad parecer emperar en un rubro que se ha politizado y es manipulado por intereses ajenos a lo que debería ser la verdadera causa.
La falta de calidad en las escuelas y colegios fiscales es una combinación de factores. Las pruebas APRENDO dejaron como las mejores instituciones a las unidades educativas privadas. Un maestro de décima categoría con 40 años de antigüedad recibe lo mismo que un profesor nuevo de inglés en una institución privada. El profesor de décima categoría no es evaluado y tiene candado gremial que le permite continuar sin evolucionar en su profesión. El maestro del colegio privado es evaluado diariamente por los colegas, alumnos, autoridades y la comunidad. Sus métodos deben evolucionar con los tiempos para poder mantenerse de acorde con las exigencias del mercado educacional privado.
Los procesos democráticos están ligados con la procesos educacionales. Busquemos mejoras salariales de acuerdo con nuestras aptitudes. Valoremos la profesión docente. Recordemos que los formadores de los líderes del futuro son los profesores de hoy. El proceso de cambio que vive el Ecuador es importante, pero no confundamos los términos. El presidente Correa dijo: «No habrá revolución ciudadana sin una revolución educativa», a mi criterio, la frase más relevante de su mandato. Hablemos de un proceso reformador, hablemos de una proceso renovador, pero no hablemos de una democracia. No esperemos democracia si antes no se educa al pueblo que pide este cambio. No esperemos democracia hasta que la gente pueda entender a profundidad, o por lo menos leer, las nuevas propuestas planteadas. No esperemos democracia hasta que se pueda entablar un diálogo y un debate serio, coherente e inteligente entre los gobernantes y los gobernados. No queda más que esperar la eventual llegada de esta democracia, lejana aún de estar desarrollada plenamente.
jueves, 29 de octubre de 2009
viernes, 16 de octubre de 2009
La muerte del animal político
Una pequeña reflexión sobre la realidad universitaria y la visión política.
La muerte del animal político
Sebastián Vallejo
Hay una tergiversación de la política. Más allá de la politiquería y el circo mediático en que nuestros gobernantes han convertido las instituciones públicas; más allá de los bufones televisados y los entrevistados populares; más allá del chisme y la mala fe, la política como ciencia y destreza; la política como mediación y resolución; la política como ideología y pragmatismo; la política como arte ha perdido aquel valor innato que posee una necesidad humana. La política (la política real, mas no la real politik) es ahora una mezcla perversa entre corrupción y malos hábitos. Ha muerto apedreado el animal político.
Los estudiantes universitarios están más interesados en un mundo marketingerizado y en el Santo Grial del dinero fácil, que en las instancias que gobiernan su país. Ya no existe aquella reverencia de antaño por los cargos públicos (justificado por los personajes que han acompañado a esos curules). ¿Por qué los jóvenes están más seducidos por la Ciencias Empresariales, por la Administración de Empresas, por el Marketing y por la televisión que por las Ciencias Políticas? ¿Será acaso la memoria colectiva de insultos aplaudidos y de vicios masculinos? ¿Serán las tarimas, las camisetas, las casa de caña con paredes pintadas de Vote todo? ¿Serán las coimas, los excesos, el amarre, el nepotismo? ¿O será una vida entera de escuchar que nuestra política es una porquería? ¿Será la comodidad de la crítica sin acción? ¿Será la facilidad de un voto en blanco, de un periódico maldecido y de una vida de espectador? Debemos revivir el animal político, aún más si queremos ser también parte de la solución. Debemos recordar las palabras de John Adams cuando decía: “Yo estudio política […] para que mis hijos tengan la libertad de estudiar matemáticas y filosofía”.
La muerte del animal político
Sebastián Vallejo
Hay una tergiversación de la política. Más allá de la politiquería y el circo mediático en que nuestros gobernantes han convertido las instituciones públicas; más allá de los bufones televisados y los entrevistados populares; más allá del chisme y la mala fe, la política como ciencia y destreza; la política como mediación y resolución; la política como ideología y pragmatismo; la política como arte ha perdido aquel valor innato que posee una necesidad humana. La política (la política real, mas no la real politik) es ahora una mezcla perversa entre corrupción y malos hábitos. Ha muerto apedreado el animal político.
Los estudiantes universitarios están más interesados en un mundo marketingerizado y en el Santo Grial del dinero fácil, que en las instancias que gobiernan su país. Ya no existe aquella reverencia de antaño por los cargos públicos (justificado por los personajes que han acompañado a esos curules). ¿Por qué los jóvenes están más seducidos por la Ciencias Empresariales, por la Administración de Empresas, por el Marketing y por la televisión que por las Ciencias Políticas? ¿Será acaso la memoria colectiva de insultos aplaudidos y de vicios masculinos? ¿Serán las tarimas, las camisetas, las casa de caña con paredes pintadas de Vote todo? ¿Serán las coimas, los excesos, el amarre, el nepotismo? ¿O será una vida entera de escuchar que nuestra política es una porquería? ¿Será la comodidad de la crítica sin acción? ¿Será la facilidad de un voto en blanco, de un periódico maldecido y de una vida de espectador? Debemos revivir el animal político, aún más si queremos ser también parte de la solución. Debemos recordar las palabras de John Adams cuando decía: “Yo estudio política […] para que mis hijos tengan la libertad de estudiar matemáticas y filosofía”.
Libertad, libertad
La versión recortada de una ensayo bastante extenso. Una defensa a una prensa culpable que debe ser defendida.
¡Libertad, libertad!
Por Sebastián Vallejo
Algunos medios de comunicación dejaron de ser un clamor popular para convertirse en corporaciones con un único fin, el lucro. Por otro lado, los canales públicos son confundidos con canales gubernamentales. Desde sus respectivas trincheras, las labores de crítica y contracrítica de los periodistas y el presidente han sido tajantes y, por lo general, poco fundamentadas. Pero, mientras la prensa libre tiene la facultad de focalizar sus ataques sin infringir ninguna ley, un gobierno no puede pretender acorralar a un oposición y perseguirla. Es acorralar a la sociedad. Una democracia sin oposición es una dictadura. La libertad debe estar por encima de cualquier ideal. La libertad debe ser el ideal. El Estado no puede buscar su estabilidad a costa de la oposición. Debe hacerlo a pesar de la oposición y con la ayuda de la oposición, partícipe fundamental en el debate constante que deben ser la decisiones públicas.
La libertad de prensa no es únicamente un derecho que recae sobre los medios de comunicación, es también un responsabilidad que debe ser aplicados por estos. La libertad de prensa debe ser regulada pero no puede ser restringida. El libertinaje de prensa debe ser castigado dentro de una marco legal que refleje el consenso de una sociedad, una política de Estado, no los antojos de un consejo o del gobernante de turno. Cuando la comunicación se convierte en tergiversación es cuando la esencia de la prensa se pierde, cuando el receptor es afectado, además de estar ultrajado de un derecho poco recordado, el derecho a ser informado, no a la información. Se debe exigir una ética y moral corporativa pero el incumplimiento no puede ser causa del silenciamiento. Parafraseando a G. Orwell, la libertad no es poder decir que dos más dos son cuatro, es poder decir que no lo son.
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