jueves, 30 de septiembre de 2010

Democracia... ¿Dónde estás?

(Publicado en El Telégrafo, 1 de octubre de 2010)
Es hora de defender verdaderamente la democracia.
Recuerdo las manifestaciones de los estudiantes, encabezados por la FEUE, “a favor de la democracia”. Recuerdo la comitiva de la “férrea” oposición que llegó a Washington para informar la situación “dictatorial” en la que estaba sumido el Ecuador. Recuerdo las vociferaciones de algunos medios de comunicación en contra de medidas “despóticas” y “controladoras” impulsadas por el gobierno. Lo recuerdo todo y recuerdo también las garantías civiles que tuvieron todos aquellos que salieron a las calles e incluso de aquellos que irrumpieron en la asamblea en actos que demostraban los más altos sentidos de la “intelectualidad democrática”. Recuerdo un gobierno preocupado por la Policía Nacional, dotándola de armas y un salario digno.
                Miro por mi ventana y veo a los estudiantes, encabezados por la FEUE, reunidos en la Av. Shyris apoyando un proceso golpista. Miro por mi ventana y no veo una reacción condenatoria de la oposición por los actos inconstitucionales y autoritarios de la Policía Nacional. Veo por mi ventana y me aterra ver a comunicadores sugiriendo un apoyo a estos sucesos antidemocráticos.
                No es la defensa por la persona (que debe ser defendida por su calidad de persona), es la defensa por la institucionalidad, por la anhelada y, al parecer, muchas veces esquiva, democracia. Democracia que se encuentra representada por nuestro Presidente. Democracia que se ve amenazada por las armas y la fuerza física; democracia que se ve amenazada por los viejos fantasmas de los taurasos. Y la integridad de nuestro Presidente es sinónimo de la integridad de nuestra democracia. La integridad de los procesos constitucionales es la integridad de la democracia. La integridad de la legalidad y legitimidad es la integridad de la democracia.
Con los acontecimientos actuales me pregunto yo: ¿no es acaso la misión de la fuerza pública la de servir y proteger y no la de lucrar y extorsionar? ¿No es acaso deber de la oposición defender por sobre todas las cosas a la democracia? ¿No es acaso deber de las autoridades armadas el velar por paz interna así como por el respeto a la constitución y sus principios de libertad? ¿No es acaso el anhelo de la ciudadanía la estabilidad institucional y el respeto a los procesos electorales y legales? ¿No acaso es un clamor popular el rechazo a los privilegios de ciertos grupos sociales y la democratización de los derechos y deberes? ¿No llevamos acaso 30 años de democracia?
No podemos dejarnos convencer por interés personales. Gobernistas y aquellos que están en contra del gobierno deben, por sobre todas las cosas, velar por nuestro derecho constitucional de vivir en un país democrático. ¿Queremos democracia? Entonces comencemos por defender la representación más viva de la institucionalidad democrática. Defendamos los procesos presidenciales, defendamos el orden democrático. No caigamos en la barbería; no caigamos en la tiranía de las autocracias armadas.
Henry David Thoreau hablaba de la desobediencia civil. La clave de su pensamiento se encuentra en lo civil; no en las fuerzas armadas, no en los intereses particulares; en lo civil. La desobediencia civil viene como una exhortación a favor de la democracia, de una voz que debe sentirse representada. Que nuestro sentimiento de desobediencia sea de desobediencia hacia la insubordinación, hacia la imposición de visiones sectarias, hacia las posturas totalitarias, hacia los atentados contra la democracia.
Miro por mi ventana y veo a la gente movilizarse en la Plaza Grande, en el Parque del Ejido. Me pregunto: ¿Dónde está la democracia? Ahí está. Ahí está.
Quito, 30 de septiembre de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario