Deshojando margaritas, llegamos a la conclusión de quedarnos a mejor recaudo: el asueto lo pasaremos en casa. Nada de viajes, nada de cumbres. Enviamos la carta, no hay que ser malagradecidos con el anfitrión. Se hicieron las declaraciones públicas, se expusieron las razones, se presentaron los pretextos. En 3, 2, 1… comenzaron las críticas.
Y de repente todos creen en la imperiosa necesidad de asistir a Cartagena, de reunirse, de proclamar (llegado el caso) nuestra posición desde adentro. Y no suena descabellado. Además, se va a presentar Shakira, para los entusiastas. Pero no ir a la Cumbre parece una posición y un manifiesto mucho más sólido que cualquier moción que pueda ser interpuesta. Leer más...
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