Chuck Norris, Premio Nobel de la Paz
Sebastián Vallejo
No voy a desechar la legitimidad del Premio Nobel de la Paz por una mala decisión. O dos. O tres. Sería deslegitimizar a aquellos que, a pulso, destinaron su vida para cumplir esa “fraternidad entre las naciones, supresión o reducción de ejércitos, así como la participación y promoción de congreso de paz”, alto lema del Premio. Como Gandhi, encarnación del congreso de paz activo y efectivo. Lástima que nunca le dieron el Nobel. Pero no por eso vamos a desestimar los esfuerzos de Martin Luther King Jr. o Rigorberta Menchú, o Nelson Mandela o Henry Kissinger (quien, a diferencia de Le Duc Tho, sí tuvo la cara de aceptarlo).
La entrega del Premio Nobel al presidente Obama por fracasar (como tantos otros antes que él) en las negociaciones de paz entre Palestina e Israel, junto con el envío de 40 mil soldados a Irak, fue, más que nada, premiar el cinismo. Pero el cinismo noruego no quedó en eso. La semana anterior, ante la expectativa nacional por nuestro Lenín, nos enteramos de que fue la Unión Europea la que se llevó el premio. Leer más...
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