viernes, 7 de enero de 2011

(Mal)citando al Vicepresidente


(Artìculo publicado en El Telégrafo el 7 de enero de 2011)

En una coherente entrevista en Radio Quito, el vicepresidente Lenín Moreno se expuso conciliador y amante de la libertad. Una entrevista que produjo respuestas sinceras a preguntas complicadas. Muchas de las cuales comparto, otras que me parecen discutibles. Son posturas que pueden y deben ser debatidas, al igual que las posturas del Presidente, de los asambleístas, de los periodistas. El Vicepresidente habló, entre otras cosas, de la libertad de expresión y su visión de cómo debe ser tratado este derecho inherente del ser humano, como también debe ser regulado (mas no censurado). “Preferiría la instancia de un poco excesiva libertad a que no haya ninguna”, sirvió como corolario de su posición sobre la expresión.
La postura del Vicepresidente es, a mi parecer, la adecuada. Como lector me encuentro con decenas de articulistas de opinión que, dependiendo del periódico, van desde el cinismo irrespetuoso hasta la crítica ponderada y constructiva. Dentro de mi libertad de elegir, elijo tomar cada uno de estos editoriales como una puerta abierta al debate, no como verdades irrefutables ni como axiomas políticos. Prefiero, yo también, que esta crítica, siempre propuesta desde la buena fe y la verdad y nunca desde la calumnia ni desde la especulación maliciosa, continúe abarrotando los puestos de periódicos y revistas. Son un termómetro, la expresión del inconforme, como todos lo fuimos alguna vez. Prefiero escuchar que vivimos en un país donde se puede calificar al Presidente de “antidemocrático” o que el mismo debe dedicarse “a recorrer la gastronomía del país”, más allá que sienta que eso no es periodismo y es un abuso de la libertad de expresión, a un país donde el mutis sea la causa.
Pero el colofón de esta idea debe ser “un poco excesiva libertad”. Un poco. No un país manejado por la tergiversación. No un país manejado por la verdad de un sector. No un país donde, por el afán de oposición o gobernalismo, se pueden estrechar las fronteras de lo real y racional; donde la veracidad sea el baluarte de donde nace toda crítica y toda opinión. No un país donde sean los medios los que derrocan y posesionan presidentes. Una instancia donde puede conocer una línea editorial, una postura política, y no seguir apadrinando “defensores de la libertad de expresión: objetivos e imparciales”, especialmente cuando esto no se evidencia en la práctica. Una instancia donde sea bueno tanto por apoyar como por no apoyar, una instancia donde mi nombre no se vea manchado por calumnias que vengan de la visceralidad. Una instancia donde los medios de comunicación, todos ellos, sean transparentes en sus aspiraciones, sean estas lucrar o comunicar, y que la mojigatería deje de ser la barrera que nos separa entre el comentario y mesianismo editorial.
“Pero ya que hemos puesto en la palestra del debate la libertad de expresión y la Ley de Comunicación, pues mejor racionalicémosla”, continúa el Vicepresidente. También habla sobre la necesidad de medios de comunicación responsables, aunque sean “acérrimos antigobiernistas”; una prensa profesional, que mantenga “la sensación de frescura en el ambiente”. No medios que (mal)citen al Vicepresidente olvidando que él aboga por un poco de excesiva libertad, no excesiva libertad a secas. No está de acuerdo con una instancia de libertinaje (como alguna vez lo propuso la vicepresidenta Rosalía Arteaga), y creo que se inclina más por una responsabilidad mediática antes que por una dictadura mediática. Y aunque “muchas veces puede salir este comportamiento desde el Gobierno” (como afirma el Vicepresidente), este proceso de construcción de país, un país en busca de un desarrollo integral, la pulida debe venir de ambas partes. La carrera no debe ser por saber quién tiene la razón, la carrera debe ser por la construcción de país. A veces, no basta con quedarse en la palabra.

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