viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Y el candidato Obama? (II)

(Artículo publicado en El Telégrafo el viernes 12 de noviembre de 2010)

Una semana después de las elecciones de mitad de  período en los Estados Unidos, el partido demócrata perdió 60 puestos en el Congreso (y su mayoría) y 6 puestos en el Senado. Hay algunos que incluso comienzan a extrañar a George W. Bush. Y no necesariamente por su política internacional. De seguir siendo presidente, seguramente los EE.UU. ya estarían en guerra con Irán y Corea del Norte y, quién sabe, incluso Portugal. Se lo extraña porque, gracias a su gestión, los demócratas lograron recuperar la mayoría en el Congreso (mayoría que había favorecido a los republicanos desde 1995). La insípida gestión del presidente Obama, insípida ante la opinión pública, ha terminado con las ilusiones de sus votantes y con una disconformidad generalizada ante una situación que se ha degenerado en los últimos dos años. 
“El presidente Obama debe retomar 
la fogosidad del candidato y plasmarla en su gestión”
El presidente Obama llegó a la presidencia anunciando que recuperaría Washington. Que despojaría a la capital de los washingtonians, los viejos políticos y los lobbies, y sería una vez más el momento para la reivindicación civil dentro del funcionamiento y toma de decisiones del Estado. No sucedió. No solo que los washingtonians no fueron despojados, sino que se permitió al afianzamiento de una visión republicana extrema, el Tea Party, con una posición casi retrógrada y decididamente antiecológica. Esto en solo dos años. Es hora de que vuelva el candidato Obama. 

 El candidato Obama era convincente. El candidato Obama se alejó, ventajosamente, de la fórmula de su predecesor. Para salir de la crisis económica no exhortó a los conciudadanos a irse de compras o a confiar en el Gobierno e invertir, invertir e invertir. En su lugar, apeló a la virtud. Un discurso fogoso que empujaba al estadounidense a trabajar con responsabilidad social, a ser virtuoso en el desempeño de este trabajo, ya sea conserje o CEO. Lastimosamente no hubo trabajo para llenar con virtud. El candidato Obama también habló de una reforma integral para los migrantes. El candidato Obama se ganó el aprecio, y voto, de millones de hispanos. Sin embargo, el presidente Obama no ha logrado concretar ni una mínima sensación de optimismo dentro del tema migratorio. Es más, en Arizona se aprobó una ley antimigrantes. 

 No todo está perdido para el presidente Obama. En las elecciones de mitad de período de 1994, Bill Clinton vio cómo la mayoría demócrata del Congreso desaparecía después de 40 años de hegemonía. Y, sin embargo, Bill Clinton fue reelecto. ¿Podrá el presidente Obama crecer en el gigante político que fue Bill Clinton? Lo que Clinton sabía, y algo que todavía no parece cuajar dentro de la visión política de Obama, era la importancia de saber colarse por las intrincadas redes de los lobbies y el Congreso. Sin este conocimiento y la voluntad de adquirirlo, el presidente Obama está sentenciado a pasar los siguientes dos años de espectador. 

 Los dos años que le quedan de período al presidente Obama estarán divididos entre las pugnas con un Congreso poco deseoso de pactar y una carrera feroz por la reelección. El presidente Obama debe finalmente asimilar la importancia y el poder del Congreso. Debe retomar la fogosidad del candidato y plasmarla en su gestión. Si quiere demostrar su habilidad para “llevar un cambio real a Washington” es necesario que retome aquella pasión olvidada y busque pragmatismo dentro de su gestión. Es necesario que recuerde que la esperanza no puede ser únicamente un eslogan de campaña.

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