viernes, 25 de febrero de 2011

Sociedades en movimiento


(Artículo publicado en El Telégrafo el viernes 25 de febrero de 2011)

La maravilla del Twitter y de las redes sociales es apabullante. Sus alcances están todavía por verse y esto ha puesto a temblar a más de una autocracia. En estos momentos quién sabe qué parcela de Libia todavía está bajo el control Gadafi. Una nueva cosmovisión de los movimientos sociales está naciendo a través de las interacciones del ciberespacio y sus dimensiones son incalculables. ¿A dónde nos estará llevando esta nueva época de ciberrevoluciones? Pero más allá del acto mismo de convocación, de la masividad y velocidad con la que viaja la idea, las redes sociales provocan otro fenómeno. Un fenómeno que olvida el espacio social físico de interacción, los espacios de socialización popular; cambiándolo por las páginas titilantes y las proclamaciones de a línea. Las redes sociales se han probado útiles para iniciar procesos revolucionarios. ¿Qué tan buenas serán para institucionalizar estos procesos?

La relación con el poder hegemónico identifica la relación de los movimientos sociales. Su afinidad territorial vale muchas veces más que cualquier otra relación. La efectividad de las redes sociales se basa en su capacidad de transmitir sentimientos, más que un mensaje determinado. El sentido popular y colectivo se transforma en un sentido universal y globalizante. Espacios creados que pueden ser intervenidos por intereses políticos o por aquello contra lo cual se está luchando, pero que no puede ser censurado por los mismos. Pero esta sensación de libertad que propicia la cuenta de Twitter y de Facebook y cuántas cosas más, ¿podrá hacer algo más que deponer gobiernos? ¿Podrá crear institucionalidad de los participantes? ¿Podrá hacer más que cambiar militar por militar en Egipto?
“El sentido popular y colectivo se transforma
 en un sentido universal y globalizante”
Porque a la final nosotros también hemos sido expertos para poner y deponer al antojo. Y siempre lo hemos hecho sin la ayuda de Internet. Ha bastado una cabina radial, unos ánimos caldeados y de vuelta al ruedo para más de lo mismo. Lo que las redes sociales han logrado es que todos: los más oprimidos, los que llevan décadas en lo mismo, los que ya están hartos, pero estar harto significa el paredón; los que no son escuchados, los que se creen solos, los que han estado tanto tiempo encadenados que le tienen  miedo a la libertad, los exiliados, los autoexiliados… en fin, todos, pueden gozar del privilegio de autoconvocarse, lanzarse furibundos a las calles, tumbar dictadores y volver a sus casas con un sentimiento de realización, satisfacción y libertad. 

¿Y después? Los que vivimos en la inestabilidad sabemos que el lanzar piedras y golpear cacerolas vacías puede tumbar personas, mas no crea institucionalidad. Tampoco mejora el estilo de vida ni genera empleo ni reactiva el aparato productivo. ¿Por qué? Porque las sociedades en movimiento, estas sociedades autoconvocadas por cualquier medio, vienen de un problema coyuntural. Las sociedades en movimiento buscan la toma del poder estatal, pero no proponen un proyecto político,  o un plan de país, o una visión de gobernanza. Y estas propuestas se hacen menos viables ante la superficialidad que puede suponer una línea en Twitter o un “Me gusta” en Facebook. Parece suficiente tumbar al malo y esperar que venga otro para ver en cuánto tiempo  tumbamos a ese.

Esperemos que esta nueva forma de contrarrestar las autocracias no lleve a una serie de golpes de Estado. Esperemos que lleve a un cambio de gobierno, a la institucionalidad y la institución de un proyecto de Estado que democratice a los países y que democratice las relaciones sociales. Esperemos que lo que está sucediendo en Medio Oriente no sea una versión tecnificada de lo que nosotros ya hemos vivido. Esperemos que las redes sociales no se conviertan en un antro de confabulación, sino en un santuario de la democracia y el debate. Esperemos que se creen Estados, no que se destruyan Estados.

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