jueves, 30 de septiembre de 2010

Carta al rector

Estimado Señor Rector:

Los acontecimientos que se viven en el país son razón de extenso análisis y de acciones oportunas. Fue desagradable ver como reconocidos miembros de la Universidad de los Hemisferios irrumpían en un canal público. Más allá de las razones que hayan motivado este accionar, estos individuos no son representantes elegidos y tampoco representan a ninguna entidad (contrario a lo que dieron a entender cuando Alejandra Cevallos fue entrevistada). Puedo comprender que un sector del país esté en desacuerdo con el Presidente y que desee expresar este sentimiento, pero este sentimiento debe ser expresado con cautela. Yo, pese a no estar de acuerdo con ciertas posturas de la Universidad acerca del gobierno, no alcé mi voz de disconformidad en la múltiples marchas que realizaron, porque yo creo en la democracia. También creía que los motivos que movían a la Universidad no eran únicamente sentimientos viscerales contra el régimen, sino verdaderas ansias de construir un país más democrático. Apoyar a un movimiento golpista, calificado de esta manera porque secuestrar al Presidente de su República, presidente que, aunque no sea de su agrado, fue elegido democrática y constitucionalmente en elecciones pública, representa un acto antidemocrático y un atentado contra la institucionalidad del Estado. No podemos llenarnos la boca de democracia cuando, por mostrar nuestra oposición al Presidente, nos juntamos con aquellos que simplemente buscan satisfacer intereses propios. El derecho a la desobediencia civil, tan predicado por Henry David Thoreau, estaba fundamentado en su calidad de civil. Una oposición "democrática" no puede estar respaldada por las armas. Yo hago un llamado a usted, Señor Rector, en su calidad de autoridad, pero también en su calidad de defensor de la democracia, en su calidad de alguien que me ha demostrado, en múltiples ocasiones, ser guiado por la verdad y la racionalidad, que exhorte a la reflexión de estos individuos que, no solo están dañando el nombre de la Universidad de los Hemisferios, sino también el nombre de los valores democráticos. Alejandro, te hago un llamado como estudiante y amigo, para que sigas apoyando la democracia, tan frágil en estos momentos.    

Atentamente,  

Sebastián Vallejo

Democracia... ¿Dónde estás?

(Publicado en El Telégrafo, 1 de octubre de 2010)
Es hora de defender verdaderamente la democracia.
Recuerdo las manifestaciones de los estudiantes, encabezados por la FEUE, “a favor de la democracia”. Recuerdo la comitiva de la “férrea” oposición que llegó a Washington para informar la situación “dictatorial” en la que estaba sumido el Ecuador. Recuerdo las vociferaciones de algunos medios de comunicación en contra de medidas “despóticas” y “controladoras” impulsadas por el gobierno. Lo recuerdo todo y recuerdo también las garantías civiles que tuvieron todos aquellos que salieron a las calles e incluso de aquellos que irrumpieron en la asamblea en actos que demostraban los más altos sentidos de la “intelectualidad democrática”. Recuerdo un gobierno preocupado por la Policía Nacional, dotándola de armas y un salario digno.
                Miro por mi ventana y veo a los estudiantes, encabezados por la FEUE, reunidos en la Av. Shyris apoyando un proceso golpista. Miro por mi ventana y no veo una reacción condenatoria de la oposición por los actos inconstitucionales y autoritarios de la Policía Nacional. Veo por mi ventana y me aterra ver a comunicadores sugiriendo un apoyo a estos sucesos antidemocráticos.
                No es la defensa por la persona (que debe ser defendida por su calidad de persona), es la defensa por la institucionalidad, por la anhelada y, al parecer, muchas veces esquiva, democracia. Democracia que se encuentra representada por nuestro Presidente. Democracia que se ve amenazada por las armas y la fuerza física; democracia que se ve amenazada por los viejos fantasmas de los taurasos. Y la integridad de nuestro Presidente es sinónimo de la integridad de nuestra democracia. La integridad de los procesos constitucionales es la integridad de la democracia. La integridad de la legalidad y legitimidad es la integridad de la democracia.
Con los acontecimientos actuales me pregunto yo: ¿no es acaso la misión de la fuerza pública la de servir y proteger y no la de lucrar y extorsionar? ¿No es acaso deber de la oposición defender por sobre todas las cosas a la democracia? ¿No es acaso deber de las autoridades armadas el velar por paz interna así como por el respeto a la constitución y sus principios de libertad? ¿No es acaso el anhelo de la ciudadanía la estabilidad institucional y el respeto a los procesos electorales y legales? ¿No acaso es un clamor popular el rechazo a los privilegios de ciertos grupos sociales y la democratización de los derechos y deberes? ¿No llevamos acaso 30 años de democracia?
No podemos dejarnos convencer por interés personales. Gobernistas y aquellos que están en contra del gobierno deben, por sobre todas las cosas, velar por nuestro derecho constitucional de vivir en un país democrático. ¿Queremos democracia? Entonces comencemos por defender la representación más viva de la institucionalidad democrática. Defendamos los procesos presidenciales, defendamos el orden democrático. No caigamos en la barbería; no caigamos en la tiranía de las autocracias armadas.
Henry David Thoreau hablaba de la desobediencia civil. La clave de su pensamiento se encuentra en lo civil; no en las fuerzas armadas, no en los intereses particulares; en lo civil. La desobediencia civil viene como una exhortación a favor de la democracia, de una voz que debe sentirse representada. Que nuestro sentimiento de desobediencia sea de desobediencia hacia la insubordinación, hacia la imposición de visiones sectarias, hacia las posturas totalitarias, hacia los atentados contra la democracia.
Miro por mi ventana y veo a la gente movilizarse en la Plaza Grande, en el Parque del Ejido. Me pregunto: ¿Dónde está la democracia? Ahí está. Ahí está.
Quito, 30 de septiembre de 2010

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Crónica de un subdesarrollo...

El subdesarrollo nace de una deficiencia histórica que se arrastra y produce una cadena de situaciones que se traducen en una realidad definida. El subdesarrollo tiene como base la economía, pero este se proyecta en las más diversas expresiones que comprenden al Estado; tanto más en el Ecuador, país caracterizado por su falta de institucionalidad. También es necesario decir que un desarrollo económico no significa, ulteriormente, un desarrollo social, democrático, cultural o político.
            El subdesarrollo ecuatoriano, o las vías del desarrollo en las que nos encontramos (par ser políticamente correctos), es evidenciado más manifiestamente en el plano económico y político.
            Según datos del Banco Central, el PIB per capita del Ecuador para 2008 era de $3900 con un promedio de 5 miembros por familia. Esto resulta un indicador poco alentador si tomamos en cuenta que para el mes de abril de 2010, la canasta vital se situó en $385[1] (ciento cincuenta dólares por debajo de la canasta básica). A estas cifras se debe agregar que el coeficiente Gini para el Ecuador en el 2010 se situó en 0.5, mostrando que una buena parte de las familias no podrán acceder a esta canasta vital. La balanza comercial, por su parte, se ha podido regularizar mediante una fuerte imposición de aranceles e impuestos, más que por una reactivación de le economía. Esto es el subdesarrollo económico en cifras.
            Pero hay un subdesarrollo menos frío y más apegado a una realidad social. El empresario ecuatoriano tiene como objetivo la distribución, no la creación. Contadas son las compañías que ofrecen valor agregado e innovador. Somos una economía de intermediarios maquillados por grandes nombres de tiendas. Nuestra dependencia en el petróleo es inexorable. Nuestra dependencia al petróleo hace que nuestra balanza comercial esté estrechamente ligada a los movimientos realizados en el mercado de valores. Dentro de la interdependencia misma de los países, tendemos a la dependencia. Tendemos a depender de los EEUU (a donde 40% de nuestras exportaciones salen)[2]. Tendemos a depender de la exportación de materia prima. Tendemos a depender de la buena voluntad de nuestros socios comerciales. Los productos elaborados son escasos y su comercialización limitada. Dependemos aún del sector primario. No hay una visión de empresarial de generación, pero tampoco las facilidades jurídicas que protejan a los empresarios.
            Nuestro subdesarrollo jurídico ha comprendido una de las trabas más latentes para la inversión. Jueces corruptos, salas atestadas de juicios paralizados para la falta de personal calificado y por el volumen ingresado. Otro vicio del subdesarrollo. Las cortes que han sido politizadas desde hace más de tres décadas terminan siendo un adendum del ejecutivo (o legislativo, dependiendo del año). La necesidad de inversión, traducido en capital extranjero, difícilmente puede ser satisfecha ante la inestabilidad de los magistrados (y sus dictámenes).
            Nuestros índices de educación, según las últimas pruebas APRENDO, demuestran las serias deficiencias que existen en el sistema educativo, tanto público como privado. En el Ecuador solo un 57% de los estudiantes terminan la secundaria (solo 37% de la población tiene un bachillerato) y solo un 20% termina la universidad[3].  Esto sumado a un sector académico rezagado y obsoleto, y una magra inversión tecnológica. No es únicamente la falta de industria; es también la falta de mano de obra calificada que pueda brindar un trabajo de calidad, un valor agregado cualitativamente superior.
            Políticamente, el Ecuador sufre un estancamiento que está estrechamente ligado a las prácticas democráticas. La falta de institucionalidad y la vulnerabilidad de la estabilidad, han convertido a la presidencia en un vaivén de figuras populistas, coyunturales y superficiales. Más allá de la cantidad de presidentes que podamos tener en un año, el problema es la necedad de reestructurar el aparato político cada cierto tiempo. Es raro ver a un ministro permanecer un periodo largo en su cargo, donde pueda cumplir su ciclo y concretar planes y proyectos de trabajo. Nuestro subdesarrollo está en la falta de políticas de Estado, independientes de los gobiernos de turno. El mismo hecho del desprestigio de los partidos y las figuras mesiánicas que aparecen cada vez más frecuentemente son un claro reverberación de nuestra inopia política.
            Y esto finalmente se ve reflejado en una pandemia de abstemia cultural. Nuestras artes son el reflejo de una vanguardia tardía. Pero más que eso, nuestra mentalidad sigue siendo la de un país subdesarrollado: me quejo mucho y actúo poco; el Estado son los gobernantes y debo estar en contra de ellos; si el Estado no lo hace porque habría de hacerlo yo; etc. El subdesarrollo es expresado económicamente pero sus repercusiones tangentes se reflejan en todos los estamentos que conforman la sociedad. Del subdesarrollo debemos salir primeros los individuos y luego el Estado. Atreviéndome a malcitar al expresidente Velasco Ibarra: “¿Queréis desarrollo? Hacedla primero dentro de vuestras almas, todos los días, sin amilanarse. Esa es el desarrollo: amor al progreso y a la justicia, venciendo todos los obstáculos”



[1] Datos del INEC. Acceso: 10 de mayo 2010:    http://www.inec.gov.ec/web/guest/ecu_est/est_eco/ind_eco/ipc/inf_act_ind/ser_his
[2] Datos del BCE. Acceso: 10 de mayo, 2010: http://www.bce.fin.ec/frame.php?CNT=ARB0000842
[3] Datos del SIISE. Acceso: 10 de mayo 2010: http://siise.gov.ec/IIndicadores.htm

Reconciliación con mi blog

Mucho tiempo ha pasado en stand by mi querido blog. Ahora, y con una nueva chambita que me acaba de salir, me propongo a actualizar periódicamente este journal cibernético. Comienzo con un pequeño análisis que espero sea del agrado...

jueves, 29 de octubre de 2009

Educación y Democracia

Un ensayo escrito para mi querido amigo y profesor Roberto Estevez.

“La educación a producido un amplio número de la población que sabe leer pero no sabe distinguir el valor de la lectura.” La educación ha constituido una de las más grandes paradojas de los últimos siglos. Mientras existe una acuerdo global sobre la necesidad de la educación, sobre el derecho a ser educados y sobre la accesibilidad a la educación, la educación, en el fondo, sigue siendo un privilegio de las élites. La educación se ha transformado de una herramienta para la inclusión en un arma para la segregación y la injusticia. La llamada “guerra contra el terror” ha costado $822 billones de dólares (sin contar con el presupuesto usado por el Pentágono, $481 billones, lo cual llevaría a un gran total de más de un millón de trillones de dólares) . ¿Cuándo comenzará la “guerra contra la ignorancia”? Ciertamente cuando sea tan rentable como la primera.


Con las nuevas propuestas de democratización de un Estado que ha vivido quince años de cleptocracia bajo regímenes sometidos a los inescrupulosos funcionarios del FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial, basando nuestras políticas de estado en los paradigmas del neoliberalismo y el capitalismo que se encargaron de destrozar los sectores de educación y salud, se habla de un nuevo Ecuador, basado en la voluntad del pueblo, una verdadera democracia.

Abraham Lincoln, presidente estadounidense que servió su término desde 1861 hasta su asesinato en 1865, definió acertademente la democracia como «el gobierno de la gente, por la gente y para la gente». En nuestro país, donde los estudiantes reprueban «exitosamente» las pruebas APRENDO, donde la clase media es práctimente inexistente, donde el 80% de las personas son consideradas pobres y donde, según los últimos resultados de las pruebas tomadas a los docentes, se revelan tristemente que la media nacional no supera los 40 puntos sobre 100, no podemos hablar de una democracia constituida de la gente, por la gente y para la gente. En la verdadera democracia el debate es la primordial virtud del electorado. En la verdedera democracia existe una fuerte oposición que mantiene cuistionada constantemente al gobierno instituido, pero que a su vez se preocupa de llegar a consensos que beneficien a la mayoría. En una verdadera democracia el pueblo tiene un constante diálogo con los mandatarios que ellos eligieron.

Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica después de la terminación del apartheid, dijo que «(El) gobierno no puede ser del pueblo cuando este pueblo es ignorante... Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.» Lastimosamente, nosotros como país, somo ignorantes. El Ministerio de Educación, acertadamente, a tenido como slogan: «Educamos para tener patria». Es precisamente esta educación la necesaria para construir un nuevo país verdaderamente democrático. Estamos viviendo una época de cambio y de utopías:

¿Cuándo será la utopía convertir todas las escuelas y colegios en verdaderos palacios del conocimiento? ¿Cuándo será la utopía remunerar al profesor tanto como a un médico? ¿Cuándo será la utopía construir universidades con conciencia política, social y de estado, pero sin afiliaciones políticas? ¿Cuándo será la utopía de que las bibliotecas sean tan concurridas como los centros comerciales? ¿Cuándo será la utopía construir bibliotecas para concurrir? ¿Cuándo será la utopía constituir una prensa crítica y responsable a la vez?¿Cuándo será la utopía cambiar el populismo por el debate? ¿Cuándo será la utopía cambiar las balas por lápices? ¿Cuando será la utopía la verdedera democracia?

El concepto de remuneración docente tiene que ser analizado profundamente. Un incremento del diez dólares al salario básico de un profesor puede significar un alza considerable en la media nacional así como una inversión cuantiosa por parte del Estado. El trabajo de un profesor sigue siendo subvalorado. En el Ecuador, la docencia se a transformado en una profesión de segunda categoría cuyo fin no es educar sino buscar una plataforma política. Si bien los salarios de un educador están por debajo de lo que se pretende dentro del marco de una revolución educacional, la mayoría de los profesores no tienen la capacitación ni las destrezas necesarias para un recibir un salario mejor.

Los más antiguos miembros del magisterio no actualizan sus métodos de enseñanza. La profesión se a vuelto una carga para el profesional. Los educadores se aferran a su cargo y no existe una convicción por su profesión. No hay una conciencia de mejora. Los sistemas de evaluación son cuestionados y la mediocridad parecer emperar en un rubro que se ha politizado y es manipulado por intereses ajenos a lo que debería ser la verdadera causa.

La falta de calidad en las escuelas y colegios fiscales es una combinación de factores. Las pruebas APRENDO dejaron como las mejores instituciones a las unidades educativas privadas. Un maestro de décima categoría con 40 años de antigüedad recibe lo mismo que un profesor nuevo de inglés en una institución privada. El profesor de décima categoría no es evaluado y tiene candado gremial que le permite continuar sin evolucionar en su profesión. El maestro del colegio privado es evaluado diariamente por los colegas, alumnos, autoridades y la comunidad. Sus métodos deben evolucionar con los tiempos para poder mantenerse de acorde con las exigencias del mercado educacional privado.

Los procesos democráticos están ligados con la procesos educacionales. Busquemos mejoras salariales de acuerdo con nuestras aptitudes. Valoremos la profesión docente. Recordemos que los formadores de los líderes del futuro son los profesores de hoy. El proceso de cambio que vive el Ecuador es importante, pero no confundamos los términos. El presidente Correa dijo: «No habrá revolución ciudadana sin una revolución educativa», a mi criterio, la frase más relevante de su mandato. Hablemos de un proceso reformador, hablemos de una proceso renovador, pero no hablemos de una democracia. No esperemos democracia si antes no se educa al pueblo que pide este cambio. No esperemos democracia hasta que la gente pueda entender a profundidad, o por lo menos leer, las nuevas propuestas planteadas. No esperemos democracia hasta que se pueda entablar un diálogo y un debate serio, coherente e inteligente entre los gobernantes y los gobernados. No queda más que esperar la eventual llegada de esta democracia, lejana aún de estar desarrollada plenamente.

viernes, 16 de octubre de 2009

La muerte del animal político

Una pequeña reflexión sobre la realidad universitaria y la visión política.

La muerte del animal político

Sebastián Vallejo

Hay una tergiversación de la política. Más allá de la politiquería y el circo mediático en que nuestros gobernantes han convertido las instituciones públicas; más allá de los bufones televisados y los entrevistados populares; más allá del chisme y la mala fe, la política como ciencia y destreza; la política como mediación y resolución; la política como ideología y pragmatismo; la política como arte ha perdido aquel valor innato que posee una necesidad humana. La política (la política real, mas no la real politik) es ahora una mezcla perversa entre corrupción y malos hábitos. Ha muerto apedreado el animal político.
Los estudiantes universitarios están más interesados en un mundo marketingerizado y en el Santo Grial del dinero fácil, que en las instancias que gobiernan su país. Ya no existe aquella reverencia de antaño por los cargos públicos (justificado por los personajes que han acompañado a esos curules). ¿Por qué los jóvenes están más seducidos por la Ciencias Empresariales, por la Administración de Empresas, por el Marketing y por la televisión que por las Ciencias Políticas? ¿Será acaso la memoria colectiva de insultos aplaudidos y de vicios masculinos? ¿Serán las tarimas, las camisetas, las casa de caña con paredes pintadas de Vote todo? ¿Serán las coimas, los excesos, el amarre, el nepotismo? ¿O será una vida entera de escuchar que nuestra política es una porquería? ¿Será la comodidad de la crítica sin acción? ¿Será la facilidad de un voto en blanco, de un periódico maldecido y de una vida de espectador? Debemos revivir el animal político, aún más si queremos ser también parte de la solución. Debemos recordar las palabras de John Adams cuando decía: “Yo estudio política […] para que mis hijos tengan la libertad de estudiar matemáticas y filosofía”.

Libertad, libertad

La versión recortada de una ensayo bastante extenso. Una defensa a una prensa culpable que debe ser defendida.

¡Libertad, libertad!
Por Sebastián Vallejo

Algunos medios de comunicación dejaron de ser un clamor popular para convertirse en corporaciones con un único fin, el lucro. Por otro lado, los canales públicos son confundidos con canales gubernamentales. Desde sus respectivas trincheras, las labores de crítica y contracrítica de los periodistas y el presidente han sido tajantes y, por lo general, poco fundamentadas. Pero, mientras la prensa libre tiene la facultad de focalizar sus ataques sin infringir ninguna ley, un gobierno no puede pretender acorralar a un oposición y perseguirla. Es acorralar a la sociedad. Una democracia sin oposición es una dictadura. La libertad debe estar por encima de cualquier ideal. La libertad debe ser el ideal. El Estado no puede buscar su estabilidad a costa de la oposición. Debe hacerlo a pesar de la oposición y con la ayuda de la oposición, partícipe fundamental en el debate constante que deben ser la decisiones públicas.
La libertad de prensa no es únicamente un derecho que recae sobre los medios de comunicación, es también un responsabilidad que debe ser aplicados por estos. La libertad de prensa debe ser regulada pero no puede ser restringida. El libertinaje de prensa debe ser castigado dentro de una marco legal que refleje el consenso de una sociedad, una política de Estado, no los antojos de un consejo o del gobernante de turno. Cuando la comunicación se convierte en tergiversación es cuando la esencia de la prensa se pierde, cuando el receptor es afectado, además de estar ultrajado de un derecho poco recordado, el derecho a ser informado, no a la información. Se debe exigir una ética y moral corporativa pero el incumplimiento no puede ser causa del silenciamiento. Parafraseando a G. Orwell, la libertad no es poder decir que dos más dos son cuatro, es poder decir que no lo son.