viernes, 8 de octubre de 2010

Democracia de bufones (I)

(Publicado en El Telegrafo el viernes 8 de octubre de 2010)

Francisco Oliveira Silva ganó un puesto en el Congresso Nacional como diputado por el Estado de Sao Pablo en los comicios celebrados en octubre de este año. Ganó con más de 1.300.000 votos, el candidato más votado en el Sao Pablo y de los más votados en Brasil. Nuestras más sinceras felicitaciones. Su carrera en el ámbito político ha sido, descontando el tiempo que estuvo en campaña, nula. Sin embargo, y para la alegría de muchos, también es conocido como el payaso Tiririca quien, además de deleitar a miles de hogares brasileros con su fino humor, supo acuñar slogans publicitarios tan originales como: “quiero ayudar a los necesitados, incluida mi familia” o “conmigo no estarás peor que ahora”.


Sería injusto juzgar la capacidad de legislar del Diputado Oliveira por su condición de payaso. Cuántos más conocemos que son igualmente denominados, aunque sea por el argot popular. Y cuantos legisladores conocemos cuyas profesiones han sido únicamente complementos necesarios a sus actividades políticas: doctores, abogados, ingenieros, economistas, asesores de imagen, guerrilleros, corredores de maratón, actores de telenovela, cantantes de tecnocumbia, animadores de programas de concursos, árbitros de fútbol, goleadores del Mundial 94 (como recientemente lo fueron también Romario y Bebeto); y tantas otras más que reivindican la confianza que el pueblo tienen en sus políticos.

Y no creamos que es únicamente la irracionalidad latinoamericana, fruto de la inmadurez política, la que se deja llevar por las pasiones de la fama. Recordemos que desde el 2003 en el Estado de California, “Conan el Republicano”, más conocido como Arnold Schwarzenegger, es gobernador. Y, pese a tener un historial de grandes procesos democrático y una herencia parlamentarista y misionera, los Estados Unidos también eligió a un presidente que había sido actor y siete veces director del gremio de actores: Ronald Reagan. Como dato adicional, Reagan también fue gobernador de California. ¿Qué deparará el futuro para Arnold?

No estoy en contra de la socialización de las candidaturas. Total, vivimos en democracia y esta tiene como uno de sus valores la posibilidad teórica de que cualquiera de nosotros pueda llegar a ocupar algún día la silla del mandatario. Tampoco creo en la aristocracia política: hay veces que la falta de roce con la realidad limita la capacidad de gobernar. Pero siempre me ha quedado una inquietud: ¿Qué sabe Gerardo Morán, alias “El más querido del Ecuador”, sobre la creación de políticas públicas, financiamiento estatal, planeación legislativa o cabildeo? ¿Qué podría saber Francisco Oliveira Silva, alias Tiririca, acerca del arte de legislar, cuando, según un juez electoral brasilero, todavía está por comprobar si es o no analfabeta?

Estas preguntas también podrían realizarse, lastimosamente, a cualquiera de nuestros asambleístas. Todos aquellos asambleístas que se llenan la boca de democracia y la necesidad de trabajar por el país, deberían hacer un examen de conciencia y definir qué tan preparados están para cumplir con sus funciones como representantes de la voluntad popular, excluyendo aquella de calentar el puesto y faltar injustificadamente a las sesiones del pleno. Deberían recordar que no son más que funcionarios públicos, pagados por el pueblo ecuatoriano, y que por su condición de funcionarios públicos nos deben más que una cara bonita y un slogan pegajoso; nos deben eficiencia y competencia en la función que desempeñan.

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