viernes, 15 de octubre de 2010

Un premio a la libertad

(Publicado en El Telégrafo el 15 de octubre de 2010)

Lo que más nos alegra, como latinos, acerca de los galardonados por el Premio Nobel es que finalmente Mario Vargas Llosa recibió aquel que le parecía más esquivo. Reconocimiento merecidísimo por una vida prolífica en las letras y, por sobre todo, artísticamente envidiable. Lo que más nos conmovió, sin embargo, fue aquel grito de disidencia, grito de libertad, de paz, que retumbo desde las cárceles de Jinzhou en Liaoning, provincia de China. Un grito que nos hace recordar que aquella China represiva, autoritaria y quasidictatorial sigue existiendo. Nos recuerda que China no es únicamente un gigante económico, no es únicamente un gran anfitrión de los Juegos Olímpicos, no es únicamente una gran potencia mundial.


Lo interesante acerca del Premio Nobel son aquellos que pasan desapercibidos. Sabrá alguien quién es Venkatraman Ramakrishnan o Luis Federico Leloir o Dennis Gabor o Daniel Bovet o Elias Canetti. Uno de ellos ganó el Nobel en literatura. Uno de ellos creó el primer sistema holográfico. Otro el primer antihistamínico clínicamente disponible. Lo actuales ganadores del Premio Nobel en Física, Andre Geim y Konstantin Novoselov, serán probablemente los responsable de pantallas verdaderamente más planas. Y estos premiados no generan controversia alguna, entre la mayoría de nosotros, ni tiene porque hacerlo. Aceptamos indiferentemente sus galardones y envidiamos las jugosas sumas de dinero que reciben. No así con el Premio Nobel de la Paz.

Suena hasta irónico pensar que en el 2009 el Presidente Obama recibió el Premio Nobel de la Paz. Sin despreciar su gestión, el Presidente Obama no ha hecho nada por la paz. Ha comenzado nuevas negociaciones entre Israel y Palestina, ya fracasadas, y ha enviado cerca de 40.000 tropas a Afganistán e Irak. Por la paz. Ahora bien, yo me preguntó si a un intento de química, como lo es este intento de paz, le darán el Premio Nobel. O si yo abogo por la paz en el mundo, como se llena la boca la administración Obama de hacerlo, también recibiré, eventualmente, mi Premio Nobel. Más irónico resulta que entre los galardonados para el Premio Nobel estén Henry Kissinger y Le Duc Tho, por sus negociaciones de paz en la Guerra de Vietnam. Kissinger y Duc Tho fueron también los instigadores, por decirlo de algún modo, de la Guerra de Vietnam. Por su parte, Mahatma Gandhi nunca recibió el Nobel. ¿Qué tiene que hacer uno, entonces?

Por esto resulta una bocanada de aire fresco el Premio Nobel a Liu Xiaobo. Resulta así por el compromiso íntegro por un respeto a los derechos humanos y su lucha pacífica. Xiaobo es un hombre que cambió la comodidad de la Universidad de Columbia por las huelgas de hambre en la Plaza de Tian'anmen. Es un hombre que recordó al mundo que China no es únicamente un paraíso financiero y un excelente socio comercial. Nos recordó la violencia sanguinaria de la represión China contra los estudiantes, nos recordó el unipartidismo del sistema político chino, nos recordó lo efímero de concepto de democracia en China. ¿Qué en China está todo mal? Seguramente no. Pero si es un llamado a recordar que en China no está todo bien.

Xiaobo es una de los pocos laureados que no podrán recibir su premio. Es también un ejemplo de “activismo activo”, una lucha constante y coherente por defender los valores más íntimos del hombre. Es un llamado a la reflexión y a la búsqueda por valores verdaderos, y no aquellos que nos venden por TV. Es un espíritu de humanidad que debe ser aplaudido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario