viernes, 25 de marzo de 2011

¿Recordemos a Irak?

(Artículo publicado en El Telégrafo el 25 de marzo de 2011)


Podrían resultar temerarias las declaraciones de los países de la ALBA ante la decisión de Francia (acompañada de Inglaterra y Estados Unidos) de “mediar” en Libia. “Recordemos lo que aprendimos de Irak” no es una recomendación convincente, para algunos, cuando en Libia es la sociedad civil la que se opone al régimen, mientras que en Irak la sociedad civil parecía contemplar pasiva la dictadura de Hussein. Resulta temeraria también porque, en la mente de ciertos analistas, hay un temor de los países de la ALBA de que los alzamientos en Libia, que se podrían reproducir en otros países de Medio Oriente, afecte eventualmente a nuestra sociedad civil que se alzará en armas ante “la opresión de nuestros regímenes dictatoriales”. Pero por sobre cualquier delirio de persecución o patología determinada, resulta temeraria porque la opción más fácil será, siempre, apoyar una intervención armada en una nación oprimida. 

Gadafi, por su parte, ha hecho méritos. Para que lo saquen. Nadie se perenniza en el poder sin crear descontento. Nadie se perenniza en el poder en un sistema democrático. ¿Hasta qué punto debemos valorar las diferencias culturales que existen entre Oriente y Occidente? ¿Hasta qué punto es más importante la soberanía que un clamor social? Hasta que se vea afectada la dignidad humana, parece ser la respuesta. Y partiendo desde ahí, es loable lo que ha decidido hacer el presidente Sarkozy: enmendar rápidamente una resolución en el Consejo de Seguridad y ser el estandarte de la lucha por la democracia en el norte de África. Tan loable resultan sus intenciones, que está dispuesto a ceder su posición ante la entrada de la OTAN.  

¿Por qué, entonces, criticar la intervención internacional en Libia? No es por la soberanía. No es por la incomprensión de los modelos de gobierno de los países árabes. Es por la motivación y las consecuencias. Es por las actuaciones parcializadas y contradictorias. Es por el análisis subjetivo que no siempre diferencia la intervención de la irrupción. 

Vale, esta vez sí, recordar que la idea inicial de Francia era la creación de un consejo de ministros de Exterior que maneje políticamente el asunto, mientras la OTAN se confinaba a un actuar militar. La resolución de la ONU buscaba una intervención para proteger a los ciudadanos libios, no para gobernarlos. Ahora, es interesante ver cómo el apremio de Francia, más bien de Sarkozy, viene en las vísperas de las elecciones presidenciales. También es interesante cómo Francia no corrió en pos de la democracia cuando hubo las revueltas en Túnez. No se reunió el Consejo de Seguridad, no se realizó una resolución, no se buscó la seguridad de los tunecinos. Se apoyó, en cambio, fervientemente la continuación del presidente Ben Ali. Y no olvidemos que la salida de Francia de Libia para darle paso a la OTAN viene llena de condiciones. 

¿Por qué entonces recordar Irak? Porque cuando dicen: “Por salvar la democracia”, yo escucho: “Por salvar nuestros intereses”. Porque cuando dicen: “Para salvaguardar a la sociedad civil”, yo escucho: “Para tener más sociedad civil sobre la cual gobernar”. Porque cuando dicen: “Ocupación temporal hasta restablecer los cauces democráticos”, yo escucho: “Nos vamos a quedar de largo”. Porque cuando dicen: “Proteger a los ciudadanos” o “Armas de destrucción masiva”, yo escucho: “Petróleo, petróleo, petróleo”. 

No estoy en contra de buscar una salida al problema de Libia. No estoy en contra de entrar a proteger a los civiles, de buscar democratizar países que claman por democracia, no estoy en contra de cambiar dictadores por presidentes. Lo que espero es que sea solo eso. Lo que espero es que las intervenciones no sean únicamente en países petroleros. Lo que espero es que se gaste en igual magnitud, tanto en intervenciones armadas como en proyectos de educación, salud y bienestar. Lo que espero es que no solo se fijen en el norte de África, cuando el resto del continente clama por algo más básico que democracia: clama por supervivencia.

viernes, 18 de marzo de 2011

En defensa del consumidor



(Artículo publicado en El Telégrafo el 18 de marzo de 2011)

Resulta interesante cómo el statu quo y la tropicalidad han calado en la estructura misma de la sociedad y han desamparado al ciudadano medio. Por más de que podamos ser conscientes del abuso y las imposiciones, el sentido de indefensión se presenta tan apabullante que la resignación, el “es que así mismo es”, termina por ser parte de nuestro diario vivir. El abuso parece llegar por todas partes: desde arriba, desde los mandos medios, desde el servidor público, desde el servidor privado. Tanto es así, que es parte de la cotidianidad aceptar el abuso de las empresas. Exigimos calidad, pero nos resignamos con lo que se encuentra; exigimos buenos precios, pero pagamos lo que marca; exigimos atención al consumidor, pero aceptamos como ley la respuesta que se nos da. 

Resulta más interesante aún ver cómo la industria privada se encrespa cada vez que se pretende regular el mercado. Clama libertad, se rasga las vestiduras, nos muestra sus arcas vacías, condena al Estado regulador  y manifiesta su compromiso con el país y una postura socialmente responsable. Censura, además, cualquier tipo de regulación y busca la manera de sobrepasar su responsabilidad a través de tecnicismos jurídicos. El perjudicado es el consumidor. Los perjudicados somos nosotros ante la imposibilidad de manifestarnos ante los abusos perceptibles y la imposibilidad de ser protegidos ante aquellos abusos que no son perceptibles. 

Los analistas económicos demandan libertades  que generen inversión, pero se olvidan de que, para generarla, es necesario también tener leyes que garanticen un ambiente de competencia. Los analistas económicos critican la desprolijidad en el manejo de la inflación, pero se olvidan de que la inflación también es generada a través de un mercado desregulado.    

Y cuando el consumidor pretende buscar los mecanismos que defiendan sus derechos, se topa con una Ley Orgánica de Defensa al Consumidor inaplicada y una Tribuna del Consumidor completamente ignorada. A esto se suma la inexistencia de una ley de competencia económica. Una ley que regule las prácticas monopólicas, los abusos de posición dominante en el mercado, los acuerdos restrictivos de la competencia y las concentraciones económicas anticompetitivas. Somos el único país en América del Sur que no posee una ley de competencia. Cuando exista esa ley, serán los empresarios los primeros en saltar. 

Esto resulta entendible si por muchos años estuvieron exentos de cualquier responsabilidad civil o moral ante la fijación de precios, la repartición de mercado y tantas otras prácticas que, en última estancia, terminan perjudicando al consumidor. Tanto es así, que la regulación de este modus operandi entra en vigencia a partir del Decreto Ejecutivo 1614 del año 2009 y la aplicación de la Resolución 608 de la Comunidad Andina donde, de manera bastante escueta, se determinan las leyes que regirán para proteger al mercado de cualquier accionar anticompetitivo. Esto en desmedro de unos limitadísimos artículos en la Ley de Propiedad intelectual, que parecían ser escritos por un abogado de transnacionales, para proteger a la industria del consumidor o para que nunca sean aplicados.

Con esto no quiero decir que toda la industria nacional está determinada únicamente a estafar al consumidor. Pero es evidente que las prácticas anticompetitivas son bastante extensas en el Ecuador. Lo que se busca a través de una ley de competencia no es perjudicar al productor. Tampoco es estrangular cualquier posibilidad de desarrollo económico. La ley debe buscar proteger al mercado. Proteger al mercado genera competencia y los mismos empresarios deben saber que una competencia justa genera economías sanas, donde tanto los grandes conglomerados como los pequeños productores puedan desarrollarse económicamente. Si se protege al mercado, se protege a la industria, se protege al consumidor y funciona la cosa. Mientras tanto, el consumidor seguirá siendo actor secundario en el accionar económico.

sábado, 12 de marzo de 2011

EE.UU., Gadafi y lo mismo de siempre

(Artìculo publicado en El Telégrafo el 12 de marzo de 2011)

No es una manía ideológica ni la misma retórica antiyanqui que hace años se convirtió en una sinrazón. Es una realidad. Es una visión realista de las relaciones internacionales. Cada Estado vela por sus intereses. Y esta anarquía internacional se vuelve insostenible, pero, para bien o para mal, llevadera y nos resignamos a ver los acontecimientos desde la cabina del espectador porque poco o nada podemos convencer desde nuestra tropicalidad inquieta. Libia se ha convertido, de manera sorpresiva pero verosímil, en el chivo expiatorio de la administración Obama. Una administración que desde hace algún tiempo viene demostrando que el statu quo en sus relaciones internacionales no ha cambiado (muy a pesar de las promesas de campaña) y seguramente no cambiará.

La institución del Estado y su visión ha podido mantenerse a pesar de cualquier indicio de reforma.    

A nadie le resultan esquivas las actitudes antidemocráticas que debió tener Gadafi a lo largo de su reinado: lleva más de 40 años en el poder y eso no se consigue a través de las urnas. Estoy seguro de que debe ser una gran persona, como lo asegura el presidente Chávez, pero “a mí no me consta”. Lo que sí me consta es que con Gadafi todos tienen rabo de paja. Desde Sarkozy hasta Mariah Carey. Y es ahora cuando toda la comunidad internacional comienza a rasgarse las vestiduras, incluyendo a ciertos nacionales, y se han acordado de congelar las jugosas cuentas de este “malvado” y organizar reuniones secretísimas y privadísimas que incluyen hasta a la Reina de Inglaterra. Y todo esto lo encontramos loable. Pero, ¿por qué ahora? Según los cánones internacionales, ¿cuánto debe durar una dictadura para que sea mala? Porque Gadafi viene gobernando como lo ha hecho desde hace años, décadas. Y la Unión Europea viene captando sus fondos desde hace un tiempo similar. Entonces, parece que para que la altísima comunidad internacional intervenga deben pasar ¿40 años? ¿Unas cuantas revoluciones por Twitter? ¿Los barriles de petróleo llegar a valer más de cierta cantidad de dólares? ¿El tiempo que estuvo Saddam Hussein en el poder?

Está bien que una acción democratizadora sea apoyada por la comunidad internacional: en Occidente entendemos  estos procesos como algo positivo. Lo que no está bien son aquellas muestras inconmensurables de condena hacia una situación que lleva años en la palestra internacional. Ni tampoco ayudan en nada las muestras de apoyo coyunturales que terminan por llenar las páginas de los periódicos, pero que demuestran tener un seguimiento muy pobre: Egipto sigue manejado por  el Ejército, Irak es el segundo país más inestable del mundo y ya nadie se acuerda de Afganistán, con excepción de los opiómanos y Bechtel, encargada de reconstruir Medio Oriente. ¿Cómo irá eso?

Y ahora, una vez más, estamos a la espera de una resolución de la ONU para que las fuerzas internacionales, EE.UU. a la cabeza, puedan intervenir en Libia.

Como alguna vez lo estuvimos para que puedan intervenir en Irak. Solo faltaba encontrar las armas de destrucción masiva… que nunca se encontraron. Y ciertamente sirve de chivo expiatorio para una administración cuyo desempeño en la política internacional ha sido bastante pobre. ¿Esperarán los EE.UU. el visto bueno de las NN.UU. para entrar en Libia? Esperaron 40 años para actuar, deben estar impacientes. Hillary Clinton declaró que “es hora de que Gadafi se vaya”. ¿Obtendrá ella también un premio Nobel por sus declaraciones? ¿Qué sucederá una vez que Gadafi sea condenado a la horca? ¿Libia se convertirá en una República Parlamentaria? ¿Ganará Halliburton, una vez más, todos los contratos petroleros? ¿Destruirán Libia para poder reconstruirla? ¿Habrá un espaldarazo internacional, un coctel de celebración, una semana de análisis y listos para el siguiente embrollo? Porque muchos son los soldados y civiles que han muerto “por la democracia”, pero, según los resultados, poco parece que han valido sus vidas.

viernes, 4 de marzo de 2011

Justicia tropical



(Artículo publicado el 4 de marzo del 2011 en El Telégrafo)

El drama humano en los juzgados es inevitable. Es inevitable en cualquier parte del mundo. Es inevitable porque la decisión de un juez determina, en muchos casos, nuestras vidas. Es un drama humano en el Ecuador porque, además del juez, este juez creador y reconocedor de derechos, existen manifestaciones de la tropicalidad con la que parece que nos resignamos a vivir. El hecho de que cualquier individuo en el rol de pagos dentro de una sala automáticamente se convierte en doctor. Desde la secretaria hasta el juez. El hecho de que resulta que no es un derecho del ciudadano ni un deber del funcionario público el trámite expedito; es un favor que nos están haciendo. Y bajo esta lógica resulta fácil entender por qué es necesario estar detrás de todo el mundo para cualquier acción legal que queramos iniciar o que queramos que se cumpla de acuerdo a los mismos plazos impuestos por la ley. Porque en la idiosincrasia jurídica imperante (aunque incompatible con el nuevo modelo propuesto por la Constitución) resulta que la ley y su cumplimiento por ser ley (y no por un fin antropocéntrico de impartir justicia) es únicamente aplicable cuando es un primo, una amistad o un compadre el que está iniciando un proceso. O se aplica cuando la cordialidad del abogado se materializa en el escritorio de alguna secretaria o asesor jurídico o juez.
Pero de la noche a la mañana resultó que la santidad del sistema judicial es intocable. Ningún abogado se declara corrupto. Todos siguen el procedimiento respectivo y se abstienen se estimular esta economía judicial. Y si no son todos, entonces siempre será el otro. Porque, además, si no se lo hace entonces uno puede dar por sentado que cualquier acción legal será olvidada en una pila de carpetas. Y hemos llegado a aceptar este statu quo, desvirtuando la generación de justicia y destruyendo cualquier rastro de asombro ante las irregularidades. Llega a ser parte del propio proceso judicial tener que estar acosando a los funcionarios para que aceleren los trámites, o atrás del juez para que emita sentencia. Y por buenas que puedan llegar a ser nuestras intenciones, por loables y elevadas, el acto de corrupción existe. Y lo aceptamos y lo asimilamos como una parte más del accionar público y nos quejamos pero, a su vez, no dudamos en alimentarlo. ¿En qué sistema hemos aprendido a vivir entonces?
Debo aceptar que cometo un error al generalizar. Ni todos los juzgados están plagados de corrupción ni todos los abogados están dispuestos a enriquecerla. Muchos podrán incluso decirme con exactitud dónde sí, dónde no. Pero por este mismo hecho, por la particularidad de lo bueno, es que resulta evidente que la mayoría está mal. Y es por un silogismo evidente: si el sistema es corrupto, si el sistema no funciona y si no parece estar encaminado hacia un cambio, que alguien debe estar alimentando este sistema. Un sistema que evidentemente carece de moral cuando la moral debería ser el valor imperante. Un sistema que evidentemente carece de controles o cuyos controles han sido contagiados por su ineficiencia.
La pregunta cuarta de la consulta popular propone sustituir el pleno del Consejo de la Judicatura por una Comisión Técnica. Todos saltaron. Pero todos tienen rabo de paja, porque un sistema judicial viciado produce una ley llena de vicios. No por los vicios en la propia ley; por los vicios en la aplicación de esta ley. Como he argumentado en artículos anteriores, no creo que esta facultad sirva para concentrar el poder. Tampoco creo que por el simple hecho de su creación el sistema judicial vaya a cambiar. Es, por sobre todas las cosas, una oportunidad para cimentar un proceso judicial digno y justo; libre de un espíritu corruptible y basado en justicia, no en ley. Es una oportunidad que conlleva una responsabilidad enorme y por la cual se deberá rendir cuentas. Es, en fin, un mecanismo, una herramienta; y es por lo cual se nos ha pedido votar.

viernes, 25 de febrero de 2011

Observar a Cuba

 

Por Raúl Allard Neumann
Director Magíster
Relaciones Internacionales
Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso


Digamos de partida que Cuba bajo la presidencia de Raúl Castro-y la sombra omnipresente de Fidel-sigue siendo un estado de partido único, no democrático, que no respeta los derechos humanos como los conocemos en la tradición occidental, con una fuerte indefensión del ciudadano frente a un estado poderoso, a pesar de una incipiente sociedad civil y la presencia de la Iglesia.


El absurdo bloqueo de medio siglo de Estados Unidos aparece tanto como freno real a las posibilidades de desarrollo que como disculpa para retardar cambios. Letreros en los caminos-según pude observar recientemente- cuantifican los daños del bloqueo en términos de indicadores sociales.

Junto a la realidad anterior, -y el debate en ciernes sobre un posible alzamiento al estilo egipcio y el antecedente del “maleconazo” de La Habana en 1994-cabe mencionar algunos lineamientos de políticas recientes y su concreción y relación con cambios introducidos en los 90, a sabiendas que los procesos en Cuba en las últimas décadas han tenido siempre su propia dinámica.

En efecto, a partir de la necesidad de suplir ayudas económicas que brindaba la ex URSS y de obtener divisas vía inversiones extranjeras y comercio exterior para requerimientos de combustibles y otros rubros, se ensayaron reformas a partir de 1990.

Entonces se admitió la inversión externa y que los campesinos pudieran vender directamente un porcentaje minoritario de su producción. También se autorizaron “paradores” y “paladares” de pequeño comercio en hotelería y gastronomía, muchos de los cuales fracasaron por falta de recursos financieros o regulaciones excesivas.

Ahora la situación resulta diferente, porque la actividad privada forma parte de una política de Estado que “libera”-por etapas- a 500.000 trabajadores del sector público, lo que debe llevar a ampliar considerablemente las actividades que pueden ser desarrolladas por privados para sus necesidades de supervivencia en medio de la estrechez, lo que ya se comienza a advertir.

Además, está la inversión extranjera, particularmente en turismo en La Habana, Varadero y otros puntos que ha crecido rivalizando con otros destinos caribeños como República Dominicana y Yucatán y Quintana Roo en México. El efecto extensivo del turismo ha repercutido en la renovación del parque de autobuses-particularmente de origen chino-, la capacitación de jóvenes operadores y creación de empleos atractivos, recuperación del patrimonio cultural-que es importante-, infraestructura y otros.

El “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social” de noviembre del 2010- que se someterá al próximo Congreso del Partido Comunista- reafirma la economía socialista a la vez que llama a “ introducir formas no estatales de gestión en la actividad, en particular, en el caso de la gastronomía”(numeral 287); sostiene que “las empresas como norma no recibirán financiamientos presupuestarios” y tendrán “independencia” para sus plantillas de cargos ( numerales 17 y 22); continúa propiciando “la participación del capital extranjero” y promueve la creación de “Zonas Especiales de Desarrollo”(numerales 89 y 96), instrumento ya utilizado en la apertura China. Postula diversificaciones en los modelos de gestión, “empresas mixtas”, “usufructuarios de tierras”, “trabajadores por cuenta propia” y otras formas que contribuyan “a mejorar la eficiencia del trabajo social”(numeral 2).El objetivo fundamental de la política de turismo “es la captación de divisas frescas” e “incrementar la competitividad de Cuba en los mercados” a partir de la calidad de los servicios y la adecuada “relación calidad/precio”( numerales 235 y 236).

Contemplando este cuadro en el marco de una América Latina más asertiva internacionalmente y aprovechando la presencia de Cuba en ALADI, Grupo de Río y otros foros y acuerdos de cooperación económica con Chile y otros países, podremos observar en el futuro próximo los desarrollos en Cuba con la triple visión del cambio económico, del cambio político y del fortalecimiento ciudadano y de la sociedad civil. Los países sudamericanos en particular-y esquemas como UNASUR –pueden ser actores en un proceso de consultas, evaluaciones y cooperación.

El Sistema Interamericano ya ha levantado sanciones y reiterado las exigencias de la Carta Democrática y Estados Unidos da pequeños pasos en una regularización de relaciones fuertemente influida y complicada por consideraciones de política interna. Por otra parte, la acción de la Unión Europea es perceptible.

Recordemos, además, que las transiciones hacia sociedades más abiertas que se han dado en las últimas décadas en el mundo son muy variadas, con sus propios particularismos y complejidades, actuación de diversos actores y aplicación de distintos métodos, instrumentos, tecnologías y redes sociales. Por naturaleza, carecen de derrotero fijo, sufren altibajos y las presiones y opiniones externas suelen ser muy importantes aunque no determinantes.

Sociedades en movimiento


(Artículo publicado en El Telégrafo el viernes 25 de febrero de 2011)

La maravilla del Twitter y de las redes sociales es apabullante. Sus alcances están todavía por verse y esto ha puesto a temblar a más de una autocracia. En estos momentos quién sabe qué parcela de Libia todavía está bajo el control Gadafi. Una nueva cosmovisión de los movimientos sociales está naciendo a través de las interacciones del ciberespacio y sus dimensiones son incalculables. ¿A dónde nos estará llevando esta nueva época de ciberrevoluciones? Pero más allá del acto mismo de convocación, de la masividad y velocidad con la que viaja la idea, las redes sociales provocan otro fenómeno. Un fenómeno que olvida el espacio social físico de interacción, los espacios de socialización popular; cambiándolo por las páginas titilantes y las proclamaciones de a línea. Las redes sociales se han probado útiles para iniciar procesos revolucionarios. ¿Qué tan buenas serán para institucionalizar estos procesos?

La relación con el poder hegemónico identifica la relación de los movimientos sociales. Su afinidad territorial vale muchas veces más que cualquier otra relación. La efectividad de las redes sociales se basa en su capacidad de transmitir sentimientos, más que un mensaje determinado. El sentido popular y colectivo se transforma en un sentido universal y globalizante. Espacios creados que pueden ser intervenidos por intereses políticos o por aquello contra lo cual se está luchando, pero que no puede ser censurado por los mismos. Pero esta sensación de libertad que propicia la cuenta de Twitter y de Facebook y cuántas cosas más, ¿podrá hacer algo más que deponer gobiernos? ¿Podrá crear institucionalidad de los participantes? ¿Podrá hacer más que cambiar militar por militar en Egipto?
“El sentido popular y colectivo se transforma
 en un sentido universal y globalizante”
Porque a la final nosotros también hemos sido expertos para poner y deponer al antojo. Y siempre lo hemos hecho sin la ayuda de Internet. Ha bastado una cabina radial, unos ánimos caldeados y de vuelta al ruedo para más de lo mismo. Lo que las redes sociales han logrado es que todos: los más oprimidos, los que llevan décadas en lo mismo, los que ya están hartos, pero estar harto significa el paredón; los que no son escuchados, los que se creen solos, los que han estado tanto tiempo encadenados que le tienen  miedo a la libertad, los exiliados, los autoexiliados… en fin, todos, pueden gozar del privilegio de autoconvocarse, lanzarse furibundos a las calles, tumbar dictadores y volver a sus casas con un sentimiento de realización, satisfacción y libertad. 

¿Y después? Los que vivimos en la inestabilidad sabemos que el lanzar piedras y golpear cacerolas vacías puede tumbar personas, mas no crea institucionalidad. Tampoco mejora el estilo de vida ni genera empleo ni reactiva el aparato productivo. ¿Por qué? Porque las sociedades en movimiento, estas sociedades autoconvocadas por cualquier medio, vienen de un problema coyuntural. Las sociedades en movimiento buscan la toma del poder estatal, pero no proponen un proyecto político,  o un plan de país, o una visión de gobernanza. Y estas propuestas se hacen menos viables ante la superficialidad que puede suponer una línea en Twitter o un “Me gusta” en Facebook. Parece suficiente tumbar al malo y esperar que venga otro para ver en cuánto tiempo  tumbamos a ese.

Esperemos que esta nueva forma de contrarrestar las autocracias no lleve a una serie de golpes de Estado. Esperemos que lleve a un cambio de gobierno, a la institucionalidad y la institución de un proyecto de Estado que democratice a los países y que democratice las relaciones sociales. Esperemos que lo que está sucediendo en Medio Oriente no sea una versión tecnificada de lo que nosotros ya hemos vivido. Esperemos que las redes sociales no se conviertan en un antro de confabulación, sino en un santuario de la democracia y el debate. Esperemos que se creen Estados, no que se destruyan Estados.

viernes, 18 de febrero de 2011

Las lecciones de Egipto

(Artículo publicado en El Telégrafo el 18 de Febrero del 2011)
Aquella gran victoria para la democracia en Egipto es una muestra clara de una transición hacia una época de nuevas revoluciones. No por el advenimiento de un Medio Oriente clamando democracia a través de manifestaciones y tomas pacíficas de plazas -esto se viene haciendo desde siempre-, sino en la manera que son libradas las primeras chispas de la desobediencia civil. Se han reducido las reuniones clandestinas en oscuros antros por la página titilante de una computadora personal en un cyber o la cotidianidad de un BlackBerry. Las redes sociales generan una transmisión de la información que permite accionares instantáneos. Las redes sociales generan apoyos masivos que forjan valor en las sociedades inconformes. Las redes sociales generan confianza desde el anonimato, bajan las barreras impuestas por el machismo y la intolerancia. Las redes sociales también pueden carecer de la profundidad necesaria en situaciones que pueden merecer un análisis más profundo.

En sociedades claramente marcadas por el conservadurismo religioso, las redes sociales generan un espacio anónimo que sirve para distanciar el debate de consideraciones socioculturales. La red social permite que el joven conservador egipcio, impresionado por las ideas de una activista liberal egipcia, pueda buscar espacios físicos para consolidar aquel debate sin las limitaciones a priori que hubieran resultado de conocer su sexo. Las redes sociales abren espacios que antes eran desconocidos. Las juventudes tienen ahora mayor injerencia dentro del plano político, tienen mayor injerencia en la toma de decisiones y tienen mayor injerencia porque son tomadas en cuenta por sus ideas, en vez de ser desechadas por su inexperiencia.  

Y esta apertura de espacios también se genera desde una visión global. Muchos de los egipcios que formaron parte activa del proceso de democratización de Egipto fueron personas que vivían fuera del país o que conocían realidades diferentes. Fueron personas que sabían que la vida no era así en el resto del mundo. Que la democracia es una necesidad humana, que las libertades son intrínsecas, que pueden ser compatibles la religión con el Estado de derecho. 
“Loable lo de Egipto porque, además,
se hizo pacíficamente. Que la lección haya sido aprendida”
Fueron personas que querían algo mejor. Porque fue el egipcio académicamente preparado el que generó el espacio para proponer un modelo de país más justo. 

Fue el espacio que necesitaba la democracia para poder expresarse dentro un marco ilimitado de posibilidades y perspectivas. 

Porque es el número de personas que puedes poner en la calle lo que va a determinar el éxito de una revolución. El apoyo no puede quedar en el susurro, el apoyo debe ser manifestado a través de un movimiento considerable y heterogéneo. Fueron las redes sociales que permitieron las creaciones de las primeras células. Fue esa capacidad de multiplicar la información, de masificar las ideas, las propuestas, el debate, lo que permitió una oleada de posturas que enriquecieron este proceso. Las redes sociales también permitieron que la concepción de la revolución fuera dada desde el pacifismo. La euforia de la que nos podemos contagiar a través de las ardientes confrontaciones termina por ser llevada al plano racional, gracias a la mediación de una pantalla.  

Pero estas redes sociales deben ser usadas con prudencia. La herramienta del nuevo milenio puede ser el Twitter, así como lo fue una cervecería en los años treinta. 

Cuando los entendidos se equivoquen, cuando la simplicidad de las nuevas redes sociales se mezclen con la vanidad y superficialidad del sinsentido posmoderno de las nuevas generaciones, entonces también se podrá dar paso a la guerra civil. 

Loable lo de Egipto porque, además, fue hecho pacíficamente. Que la lección haya sido aprendida. Completa.