A finales del 2008 comenzaron los primeros ataques a la franja de Gaza. Cientos de muertos, miles de heridos y una comunidad mundial iracunda salió a la defensa de Palestina y a juzgar Israel. Fue la prensa, la televisión, reporteros, comentadores que mostraban fotos de la masacre y alimentaban el morbo con los imágenes más denigrantes de una humanidad en sufrimiento. Luego fueron las Naciones Unidas, los países islámicos, el Ecuador quienes repudiaban los incidentes y llamaban a un acuerdo de paz, a un cese al fuego, a un castigo para aquellos israelitas “genocidas”.
Pero, ¿dónde estuvieron las primeras planas cuando cohetes del Hamas destruían escuelas en Hebrón? ¿Dónde estaba la comunidad internacional cuando día a día caían misiles provenientes de Gaza en el Estado israelí? ¿Dónde estaba el Estado ecuatoriano condenando el “genocidio” que llevaba a cabo el Hamas después de asesinar a un voluntario quiteño en un Kibbutz? ¿Dónde estaban las imágenes de desplazados cuando Katiushas caían por todo el norte de Israel, indescriminatoriamente, en poblados y ciudades? Ciertamente, dos malos no hacen uno bueno, pero, ¿dónde a quedado la prensa objetiva?
Los estados islámicos constantemente han condenado al Estado judío; nuestro mejor aliado, el presidente Mahmoud Ahmadinejad, en más de una ocasión ha exhortado por la “destrucción de Israel”. Todas palabras acusatorias, nunca un diálogo de consenso. Irónicamente, pocos son los países del medio oriente que acogen refugiados palestinos, Israel siendo uno de ellos. ¿Dónde está la ayuda humanitaria de Jordania, de Siria, de Irán, de Turquía, de Egipto, de Líbano? ¿Dónde está la solidaridad de la comunidad islámica? ¿Dónde estuvo el apoyo a la democratización de Palestina y no a los gobierno de facto? Pues, en las armas, los misiles, las bombas, el entrenamiento militar y los panfletos anti-judíos que abastecen a grupos terroristas como Hamas y Hezbola.
Muchos han salido a las calles a manifestar su rechazo a Israel, su apoyo a sus hermanos palestinos, abogando por la paz y por el alto a masacre en Gaza. ¿Dónde estuvieron estos pacifistas en las intifadas, en los atentados en restaurantes de Jerusalem, en los mercados de Tel-Aviv, en los buses y en las discotecas? Somos rápidos para juzgar un conflicto que nunca llegaremos a comprender; a una guerra que es alimentada por el fanatismo y la violencia. Si no queremos que las acciones de Israel queden en la impunidad, entonces que las acciones de Hamas tampoco lo sean. Todos abogamos por la paz, pero esta nunca será concretada si la política es “borrar a Israel del mapa”. Aboguemos por una paz verdadera, una paz que Israel ha estado en más de una ocasión dispuesto a establecer. Hasta entonces, alea jacta est.
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