(Artìculo publicado en El Telégrafo el 12 de marzo de 2011)
No es una manía ideológica ni la misma retórica antiyanqui que hace años se convirtió en una sinrazón. Es una realidad. Es una visión realista de las relaciones internacionales. Cada Estado vela por sus intereses. Y esta anarquía internacional se vuelve insostenible, pero, para bien o para mal, llevadera y nos resignamos a ver los acontecimientos desde la cabina del espectador porque poco o nada podemos convencer desde nuestra tropicalidad inquieta. Libia se ha convertido, de manera sorpresiva pero verosímil, en el chivo expiatorio de la administración Obama. Una administración que desde hace algún tiempo viene demostrando que el statu quo en sus relaciones internacionales no ha cambiado (muy a pesar de las promesas de campaña) y seguramente no cambiará.
La institución del Estado y su visión ha podido mantenerse a pesar de cualquier indicio de reforma.
A nadie le resultan esquivas las actitudes antidemocráticas que debió tener Gadafi a lo largo de su reinado: lleva más de 40 años en el poder y eso no se consigue a través de las urnas. Estoy seguro de que debe ser una gran persona, como lo asegura el presidente Chávez, pero “a mí no me consta”. Lo que sí me consta es que con Gadafi todos tienen rabo de paja. Desde Sarkozy hasta Mariah Carey. Y es ahora cuando toda la comunidad internacional comienza a rasgarse las vestiduras, incluyendo a ciertos nacionales, y se han acordado de congelar las jugosas cuentas de este “malvado” y organizar reuniones secretísimas y privadísimas que incluyen hasta a la Reina de Inglaterra. Y todo esto lo encontramos loable. Pero, ¿por qué ahora? Según los cánones internacionales, ¿cuánto debe durar una dictadura para que sea mala? Porque Gadafi viene gobernando como lo ha hecho desde hace años, décadas. Y la Unión Europea viene captando sus fondos desde hace un tiempo similar. Entonces, parece que para que la altísima comunidad internacional intervenga deben pasar ¿40 años? ¿Unas cuantas revoluciones por Twitter? ¿Los barriles de petróleo llegar a valer más de cierta cantidad de dólares? ¿El tiempo que estuvo Saddam Hussein en el poder?
Está bien que una acción democratizadora sea apoyada por la comunidad internacional: en Occidente entendemos estos procesos como algo positivo. Lo que no está bien son aquellas muestras inconmensurables de condena hacia una situación que lleva años en la palestra internacional. Ni tampoco ayudan en nada las muestras de apoyo coyunturales que terminan por llenar las páginas de los periódicos, pero que demuestran tener un seguimiento muy pobre: Egipto sigue manejado por el Ejército, Irak es el segundo país más inestable del mundo y ya nadie se acuerda de Afganistán, con excepción de los opiómanos y Bechtel, encargada de reconstruir Medio Oriente. ¿Cómo irá eso?
Y ahora, una vez más, estamos a la espera de una resolución de la ONU para que las fuerzas internacionales, EE.UU. a la cabeza, puedan intervenir en Libia.
Como alguna vez lo estuvimos para que puedan intervenir en Irak. Solo faltaba encontrar las armas de destrucción masiva… que nunca se encontraron. Y ciertamente sirve de chivo expiatorio para una administración cuyo desempeño en la política internacional ha sido bastante pobre. ¿Esperarán los EE.UU. el visto bueno de las NN.UU. para entrar en Libia? Esperaron 40 años para actuar, deben estar impacientes. Hillary Clinton declaró que “es hora de que Gadafi se vaya”. ¿Obtendrá ella también un premio Nobel por sus declaraciones? ¿Qué sucederá una vez que Gadafi sea condenado a la horca? ¿Libia se convertirá en una República Parlamentaria? ¿Ganará Halliburton, una vez más, todos los contratos petroleros? ¿Destruirán Libia para poder reconstruirla? ¿Habrá un espaldarazo internacional, un coctel de celebración, una semana de análisis y listos para el siguiente embrollo? Porque muchos son los soldados y civiles que han muerto “por la democracia”, pero, según los resultados, poco parece que han valido sus vidas.
sábado, 12 de marzo de 2011
viernes, 4 de marzo de 2011
Justicia tropical

(Artículo publicado el 4 de marzo del 2011 en El Telégrafo)
El drama humano en los juzgados es inevitable. Es inevitable en cualquier parte del mundo. Es inevitable porque la decisión de un juez determina, en muchos casos, nuestras vidas. Es un drama humano en el Ecuador porque, además del juez, este juez creador y reconocedor de derechos, existen manifestaciones de la tropicalidad con la que parece que nos resignamos a vivir. El hecho de que cualquier individuo en el rol de pagos dentro de una sala automáticamente se convierte en doctor. Desde la secretaria hasta el juez. El hecho de que resulta que no es un derecho del ciudadano ni un deber del funcionario público el trámite expedito; es un favor que nos están haciendo. Y bajo esta lógica resulta fácil entender por qué es necesario estar detrás de todo el mundo para cualquier acción legal que queramos iniciar o que queramos que se cumpla de acuerdo a los mismos plazos impuestos por la ley. Porque en la idiosincrasia jurídica imperante (aunque incompatible con el nuevo modelo propuesto por la Constitución) resulta que la ley y su cumplimiento por ser ley (y no por un fin antropocéntrico de impartir justicia) es únicamente aplicable cuando es un primo, una amistad o un compadre el que está iniciando un proceso. O se aplica cuando la cordialidad del abogado se materializa en el escritorio de alguna secretaria o asesor jurídico o juez.
Pero de la noche a la mañana resultó que la santidad del sistema judicial es intocable. Ningún abogado se declara corrupto. Todos siguen el procedimiento respectivo y se abstienen se estimular esta economía judicial. Y si no son todos, entonces siempre será el otro. Porque, además, si no se lo hace entonces uno puede dar por sentado que cualquier acción legal será olvidada en una pila de carpetas. Y hemos llegado a aceptar este statu quo, desvirtuando la generación de justicia y destruyendo cualquier rastro de asombro ante las irregularidades. Llega a ser parte del propio proceso judicial tener que estar acosando a los funcionarios para que aceleren los trámites, o atrás del juez para que emita sentencia. Y por buenas que puedan llegar a ser nuestras intenciones, por loables y elevadas, el acto de corrupción existe. Y lo aceptamos y lo asimilamos como una parte más del accionar público y nos quejamos pero, a su vez, no dudamos en alimentarlo. ¿En qué sistema hemos aprendido a vivir entonces?
Debo aceptar que cometo un error al generalizar. Ni todos los juzgados están plagados de corrupción ni todos los abogados están dispuestos a enriquecerla. Muchos podrán incluso decirme con exactitud dónde sí, dónde no. Pero por este mismo hecho, por la particularidad de lo bueno, es que resulta evidente que la mayoría está mal. Y es por un silogismo evidente: si el sistema es corrupto, si el sistema no funciona y si no parece estar encaminado hacia un cambio, que alguien debe estar alimentando este sistema. Un sistema que evidentemente carece de moral cuando la moral debería ser el valor imperante. Un sistema que evidentemente carece de controles o cuyos controles han sido contagiados por su ineficiencia.
La pregunta cuarta de la consulta popular propone sustituir el pleno del Consejo de la Judicatura por una Comisión Técnica. Todos saltaron. Pero todos tienen rabo de paja, porque un sistema judicial viciado produce una ley llena de vicios. No por los vicios en la propia ley; por los vicios en la aplicación de esta ley. Como he argumentado en artículos anteriores, no creo que esta facultad sirva para concentrar el poder. Tampoco creo que por el simple hecho de su creación el sistema judicial vaya a cambiar. Es, por sobre todas las cosas, una oportunidad para cimentar un proceso judicial digno y justo; libre de un espíritu corruptible y basado en justicia, no en ley. Es una oportunidad que conlleva una responsabilidad enorme y por la cual se deberá rendir cuentas. Es, en fin, un mecanismo, una herramienta; y es por lo cual se nos ha pedido votar.
viernes, 25 de febrero de 2011
Observar a Cuba

Por Raúl Allard Neumann
Director Magíster
Relaciones Internacionales
Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso
Digamos de partida que Cuba bajo la presidencia de Raúl Castro-y la sombra omnipresente de Fidel-sigue siendo un estado de partido único, no democrático, que no respeta los derechos humanos como los conocemos en la tradición occidental, con una fuerte indefensión del ciudadano frente a un estado poderoso, a pesar de una incipiente sociedad civil y la presencia de la Iglesia.
El absurdo bloqueo de medio siglo de Estados Unidos aparece tanto como freno real a las posibilidades de desarrollo que como disculpa para retardar cambios. Letreros en los caminos-según pude observar recientemente- cuantifican los daños del bloqueo en términos de indicadores sociales.
Junto a la realidad anterior, -y el debate en ciernes sobre un posible alzamiento al estilo egipcio y el antecedente del “maleconazo” de La Habana en 1994-cabe mencionar algunos lineamientos de políticas recientes y su concreción y relación con cambios introducidos en los 90, a sabiendas que los procesos en Cuba en las últimas décadas han tenido siempre su propia dinámica.
En efecto, a partir de la necesidad de suplir ayudas económicas que brindaba la ex URSS y de obtener divisas vía inversiones extranjeras y comercio exterior para requerimientos de combustibles y otros rubros, se ensayaron reformas a partir de 1990.
Entonces se admitió la inversión externa y que los campesinos pudieran vender directamente un porcentaje minoritario de su producción. También se autorizaron “paradores” y “paladares” de pequeño comercio en hotelería y gastronomía, muchos de los cuales fracasaron por falta de recursos financieros o regulaciones excesivas.
Ahora la situación resulta diferente, porque la actividad privada forma parte de una política de Estado que “libera”-por etapas- a 500.000 trabajadores del sector público, lo que debe llevar a ampliar considerablemente las actividades que pueden ser desarrolladas por privados para sus necesidades de supervivencia en medio de la estrechez, lo que ya se comienza a advertir.
Además, está la inversión extranjera, particularmente en turismo en La Habana, Varadero y otros puntos que ha crecido rivalizando con otros destinos caribeños como República Dominicana y Yucatán y Quintana Roo en México. El efecto extensivo del turismo ha repercutido en la renovación del parque de autobuses-particularmente de origen chino-, la capacitación de jóvenes operadores y creación de empleos atractivos, recuperación del patrimonio cultural-que es importante-, infraestructura y otros.
El “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social” de noviembre del 2010- que se someterá al próximo Congreso del Partido Comunista- reafirma la economía socialista a la vez que llama a “ introducir formas no estatales de gestión en la actividad, en particular, en el caso de la gastronomía”(numeral 287); sostiene que “las empresas como norma no recibirán financiamientos presupuestarios” y tendrán “independencia” para sus plantillas de cargos ( numerales 17 y 22); continúa propiciando “la participación del capital extranjero” y promueve la creación de “Zonas Especiales de Desarrollo”(numerales 89 y 96), instrumento ya utilizado en la apertura China. Postula diversificaciones en los modelos de gestión, “empresas mixtas”, “usufructuarios de tierras”, “trabajadores por cuenta propia” y otras formas que contribuyan “a mejorar la eficiencia del trabajo social”(numeral 2).El objetivo fundamental de la política de turismo “es la captación de divisas frescas” e “incrementar la competitividad de Cuba en los mercados” a partir de la calidad de los servicios y la adecuada “relación calidad/precio”( numerales 235 y 236).
Contemplando este cuadro en el marco de una América Latina más asertiva internacionalmente y aprovechando la presencia de Cuba en ALADI, Grupo de Río y otros foros y acuerdos de cooperación económica con Chile y otros países, podremos observar en el futuro próximo los desarrollos en Cuba con la triple visión del cambio económico, del cambio político y del fortalecimiento ciudadano y de la sociedad civil. Los países sudamericanos en particular-y esquemas como UNASUR –pueden ser actores en un proceso de consultas, evaluaciones y cooperación.
El Sistema Interamericano ya ha levantado sanciones y reiterado las exigencias de la Carta Democrática y Estados Unidos da pequeños pasos en una regularización de relaciones fuertemente influida y complicada por consideraciones de política interna. Por otra parte, la acción de la Unión Europea es perceptible.
Recordemos, además, que las transiciones hacia sociedades más abiertas que se han dado en las últimas décadas en el mundo son muy variadas, con sus propios particularismos y complejidades, actuación de diversos actores y aplicación de distintos métodos, instrumentos, tecnologías y redes sociales. Por naturaleza, carecen de derrotero fijo, sufren altibajos y las presiones y opiniones externas suelen ser muy importantes aunque no determinantes.
Sociedades en movimiento
(Artículo publicado en El Telégrafo el viernes 25 de febrero de 2011)
La maravilla del Twitter y de las redes sociales es apabullante. Sus alcances están todavía por verse y esto ha puesto a temblar a más de una autocracia. En estos momentos quién sabe qué parcela de Libia todavía está bajo el control Gadafi. Una nueva cosmovisión de los movimientos sociales está naciendo a través de las interacciones del ciberespacio y sus dimensiones son incalculables. ¿A dónde nos estará llevando esta nueva época de ciberrevoluciones? Pero más allá del acto mismo de convocación, de la masividad y velocidad con la que viaja la idea, las redes sociales provocan otro fenómeno. Un fenómeno que olvida el espacio social físico de interacción, los espacios de socialización popular; cambiándolo por las páginas titilantes y las proclamaciones de a línea. Las redes sociales se han probado útiles para iniciar procesos revolucionarios. ¿Qué tan buenas serán para institucionalizar estos procesos?
La relación con el poder hegemónico identifica la relación de los movimientos sociales. Su afinidad territorial vale muchas veces más que cualquier otra relación. La efectividad de las redes sociales se basa en su capacidad de transmitir sentimientos, más que un mensaje determinado. El sentido popular y colectivo se transforma en un sentido universal y globalizante. Espacios creados que pueden ser intervenidos por intereses políticos o por aquello contra lo cual se está luchando, pero que no puede ser censurado por los mismos. Pero esta sensación de libertad que propicia la cuenta de Twitter y de Facebook y cuántas cosas más, ¿podrá hacer algo más que deponer gobiernos? ¿Podrá crear institucionalidad de los participantes? ¿Podrá hacer más que cambiar militar por militar en Egipto?
La relación con el poder hegemónico identifica la relación de los movimientos sociales. Su afinidad territorial vale muchas veces más que cualquier otra relación. La efectividad de las redes sociales se basa en su capacidad de transmitir sentimientos, más que un mensaje determinado. El sentido popular y colectivo se transforma en un sentido universal y globalizante. Espacios creados que pueden ser intervenidos por intereses políticos o por aquello contra lo cual se está luchando, pero que no puede ser censurado por los mismos. Pero esta sensación de libertad que propicia la cuenta de Twitter y de Facebook y cuántas cosas más, ¿podrá hacer algo más que deponer gobiernos? ¿Podrá crear institucionalidad de los participantes? ¿Podrá hacer más que cambiar militar por militar en Egipto?
“El sentido popular y colectivo se transforma
en un sentido universal y globalizante”
Porque a la final nosotros también hemos sido expertos para poner y deponer al antojo. Y siempre lo hemos hecho sin la ayuda de Internet. Ha bastado una cabina radial, unos ánimos caldeados y de vuelta al ruedo para más de lo mismo. Lo que las redes sociales han logrado es que todos: los más oprimidos, los que llevan décadas en lo mismo, los que ya están hartos, pero estar harto significa el paredón; los que no son escuchados, los que se creen solos, los que han estado tanto tiempo encadenados que le tienen miedo a la libertad, los exiliados, los autoexiliados… en fin, todos, pueden gozar del privilegio de autoconvocarse, lanzarse furibundos a las calles, tumbar dictadores y volver a sus casas con un sentimiento de realización, satisfacción y libertad.
¿Y después? Los que vivimos en la inestabilidad sabemos que el lanzar piedras y golpear cacerolas vacías puede tumbar personas, mas no crea institucionalidad. Tampoco mejora el estilo de vida ni genera empleo ni reactiva el aparato productivo. ¿Por qué? Porque las sociedades en movimiento, estas sociedades autoconvocadas por cualquier medio, vienen de un problema coyuntural. Las sociedades en movimiento buscan la toma del poder estatal, pero no proponen un proyecto político, o un plan de país, o una visión de gobernanza. Y estas propuestas se hacen menos viables ante la superficialidad que puede suponer una línea en Twitter o un “Me gusta” en Facebook. Parece suficiente tumbar al malo y esperar que venga otro para ver en cuánto tiempo tumbamos a ese.
Esperemos que esta nueva forma de contrarrestar las autocracias no lleve a una serie de golpes de Estado. Esperemos que lleve a un cambio de gobierno, a la institucionalidad y la institución de un proyecto de Estado que democratice a los países y que democratice las relaciones sociales. Esperemos que lo que está sucediendo en Medio Oriente no sea una versión tecnificada de lo que nosotros ya hemos vivido. Esperemos que las redes sociales no se conviertan en un antro de confabulación, sino en un santuario de la democracia y el debate. Esperemos que se creen Estados, no que se destruyan Estados.
viernes, 18 de febrero de 2011
Las lecciones de Egipto

(Artículo publicado en El Telégrafo el 18 de Febrero del 2011)
Aquella gran victoria para la democracia en Egipto es una muestra clara de una transición hacia una época de nuevas revoluciones. No por el advenimiento de un Medio Oriente clamando democracia a través de manifestaciones y tomas pacíficas de plazas -esto se viene haciendo desde siempre-, sino en la manera que son libradas las primeras chispas de la desobediencia civil. Se han reducido las reuniones clandestinas en oscuros antros por la página titilante de una computadora personal en un cyber o la cotidianidad de un BlackBerry. Las redes sociales generan una transmisión de la información que permite accionares instantáneos. Las redes sociales generan apoyos masivos que forjan valor en las sociedades inconformes. Las redes sociales generan confianza desde el anonimato, bajan las barreras impuestas por el machismo y la intolerancia. Las redes sociales también pueden carecer de la profundidad necesaria en situaciones que pueden merecer un análisis más profundo.
En sociedades claramente marcadas por el conservadurismo religioso, las redes sociales generan un espacio anónimo que sirve para distanciar el debate de consideraciones socioculturales. La red social permite que el joven conservador egipcio, impresionado por las ideas de una activista liberal egipcia, pueda buscar espacios físicos para consolidar aquel debate sin las limitaciones a priori que hubieran resultado de conocer su sexo. Las redes sociales abren espacios que antes eran desconocidos. Las juventudes tienen ahora mayor injerencia dentro del plano político, tienen mayor injerencia en la toma de decisiones y tienen mayor injerencia porque son tomadas en cuenta por sus ideas, en vez de ser desechadas por su inexperiencia.
Y esta apertura de espacios también se genera desde una visión global. Muchos de los egipcios que formaron parte activa del proceso de democratización de Egipto fueron personas que vivían fuera del país o que conocían realidades diferentes. Fueron personas que sabían que la vida no era así en el resto del mundo. Que la democracia es una necesidad humana, que las libertades son intrínsecas, que pueden ser compatibles la religión con el Estado de derecho.
En sociedades claramente marcadas por el conservadurismo religioso, las redes sociales generan un espacio anónimo que sirve para distanciar el debate de consideraciones socioculturales. La red social permite que el joven conservador egipcio, impresionado por las ideas de una activista liberal egipcia, pueda buscar espacios físicos para consolidar aquel debate sin las limitaciones a priori que hubieran resultado de conocer su sexo. Las redes sociales abren espacios que antes eran desconocidos. Las juventudes tienen ahora mayor injerencia dentro del plano político, tienen mayor injerencia en la toma de decisiones y tienen mayor injerencia porque son tomadas en cuenta por sus ideas, en vez de ser desechadas por su inexperiencia.
Y esta apertura de espacios también se genera desde una visión global. Muchos de los egipcios que formaron parte activa del proceso de democratización de Egipto fueron personas que vivían fuera del país o que conocían realidades diferentes. Fueron personas que sabían que la vida no era así en el resto del mundo. Que la democracia es una necesidad humana, que las libertades son intrínsecas, que pueden ser compatibles la religión con el Estado de derecho.
“Loable lo de Egipto porque, además,Fueron personas que querían algo mejor. Porque fue el egipcio académicamente preparado el que generó el espacio para proponer un modelo de país más justo.
se hizo pacíficamente. Que la lección haya sido aprendida”
Fue el espacio que necesitaba la democracia para poder expresarse dentro un marco ilimitado de posibilidades y perspectivas.
Porque es el número de personas que puedes poner en la calle lo que va a determinar el éxito de una revolución. El apoyo no puede quedar en el susurro, el apoyo debe ser manifestado a través de un movimiento considerable y heterogéneo. Fueron las redes sociales que permitieron las creaciones de las primeras células. Fue esa capacidad de multiplicar la información, de masificar las ideas, las propuestas, el debate, lo que permitió una oleada de posturas que enriquecieron este proceso. Las redes sociales también permitieron que la concepción de la revolución fuera dada desde el pacifismo. La euforia de la que nos podemos contagiar a través de las ardientes confrontaciones termina por ser llevada al plano racional, gracias a la mediación de una pantalla.
Pero estas redes sociales deben ser usadas con prudencia. La herramienta del nuevo milenio puede ser el Twitter, así como lo fue una cervecería en los años treinta.
Cuando los entendidos se equivoquen, cuando la simplicidad de las nuevas redes sociales se mezclen con la vanidad y superficialidad del sinsentido posmoderno de las nuevas generaciones, entonces también se podrá dar paso a la guerra civil.
Loable lo de Egipto porque, además, fue hecho pacíficamente. Que la lección haya sido aprendida. Completa.
jueves, 10 de febrero de 2011
Caminando la segunda milla
(Artículo publicado en El Telégrafo el 11 de Febrero del 2011)
La Consulta Popular, la posible Consulta Popular, nos presenta, como lo aseguré en un artículo anterior, una oportunidad para confiar. La Consulta Popular no es de Rafael Correa, como lo aseguran muchos entendidos; la Consulta Popular es, esencialmente, del pueblo. Y el pueblo sabrá si cree en la propuesta del Ejecutivo o si encuentra la solución en mecanismos alternativos. Lo que no puede hacer el Gobierno es buscar la salvación dentro de la Consulta Popular. Es necesario crear algo más que un sistema legal idóneo o redundante (según la posición); es necesario crear una cultura legal. Es necesario buscar algo más que una enmienda constitucional; es necesario buscar los mecanismos adecuados para usar ese instrumento que es la Constitución. Es necesario caminar la segunda milla.
Si bien la Consulta Popular sirve para darle una participación activa al ciudadano dentro de la toma de decisiones, este no es el único mecanismo. La participación del ciudadano comprometido tiene que venir de su actuar en todos los ámbitos sociales. Si creemos que el sistema judicial mejorará con la creación de una comisión de tres miembros o que mejorará con una nueva elección del Consejo de la Judicatura estamos equivocados. Estas son herramientas. Y si bien aquellos a los que hemos encargado el poder tienen la obligación de responder responsablemente al cargo, también nosotros, como ciudadanos, estamos en la obligación de cumplir nuestra labor como tales. Por lo tanto, no es suficiente dar tu opinión acerca del sistema judicial, no es suficiente votar sí o no; es necesario también dejar de buscar la “mordida” en los juzgados para agilitar los trámites (por más razón que creamos tener), es necesario olvidarnos del contacto que no ayuda que nos atiendan primero o el “amigo” que no resuelve el problema. Es necesario caminar la segunda milla.
Si bien la Consulta Popular sirve para darle una participación activa al ciudadano dentro de la toma de decisiones, este no es el único mecanismo. La participación del ciudadano comprometido tiene que venir de su actuar en todos los ámbitos sociales. Si creemos que el sistema judicial mejorará con la creación de una comisión de tres miembros o que mejorará con una nueva elección del Consejo de la Judicatura estamos equivocados. Estas son herramientas. Y si bien aquellos a los que hemos encargado el poder tienen la obligación de responder responsablemente al cargo, también nosotros, como ciudadanos, estamos en la obligación de cumplir nuestra labor como tales. Por lo tanto, no es suficiente dar tu opinión acerca del sistema judicial, no es suficiente votar sí o no; es necesario también dejar de buscar la “mordida” en los juzgados para agilitar los trámites (por más razón que creamos tener), es necesario olvidarnos del contacto que no ayuda que nos atiendan primero o el “amigo” que no resuelve el problema. Es necesario caminar la segunda milla.
“La participación del ciudadano comprometido
tiene que venir de su actuar en todos los ámbitos sociales”
La penalización del enriquecimiento ilícito privado puede ser vista como una redundancia en la ley (en cierta medida ya está penado como evasión de impuestos, estafa, lavado de activos, peculado, cohecho, etc.). Puede también ser vista como una medida necesaria contra quien estafa al Estado y al ciudadano. Porque al final, aquel que se enriquece ilícitamente nos estafa de aquellos impuestos que son nuestros y que están concretados en obras. Pero si creemos, con el sí o con el no, en cualquiera de estas opciones, debemos estar comprometidos también en evitar la creación de situaciones propicias para este delito. Debemos evitar ahorrarnos el 12% porque no nos dan factura. Debemos evitar comprar en cachinerías artículos de evidente procedencia delictiva.
Debemos exigir a nuestros empleadores una contabilidad honesta y transparente. Debemos, como empleadores, crear con cultura tributaria. Debemos caminar la segunda milla.
Nuestra cultura cívica no puede comenzar y terminar en las urnas. Vayamos a votar por el sí o por el no, vayamos a votar con la clara convicción de que nuestro compromiso debe ir más allá. No es únicamente cívico tener un criterio acerca de la penalización por no afiliación al IESS, también es cívico afiliar al trabajador al IESS, pagar lo justo, liquidarlo justamente, no botarlo un año antes de poder recibir la jubilación patronal. No es únicamente cívico creer en un consejo de comunicación o no, también es cívico ser responsables de nuestras publicaciones, ahorrar en sensacionalismo y ganar en veracidad (aunque esto demore la “primicia” un día), ahorrar en parcialidad y juegos semánticos y ganar en objetividad e información sustentada. No es únicamente cívico votar, también es cívico caminar la segunda milla.
Caminar la segunda milla debe venir de todos. Debe venir de los ministerios en la ejecución de las políticas públicas. Debe venir del Gobierno en buscar sumar a cualquier propuesta consultiva. Debe venir de los constitucionalistas y penalistas en complementar sus análisis sobre la consulta con comportamientos intachables. Debe venir del ciudadano en caminar la segunda milla después de la primera, que será el voto.
Debemos exigir a nuestros empleadores una contabilidad honesta y transparente. Debemos, como empleadores, crear con cultura tributaria. Debemos caminar la segunda milla.
Nuestra cultura cívica no puede comenzar y terminar en las urnas. Vayamos a votar por el sí o por el no, vayamos a votar con la clara convicción de que nuestro compromiso debe ir más allá. No es únicamente cívico tener un criterio acerca de la penalización por no afiliación al IESS, también es cívico afiliar al trabajador al IESS, pagar lo justo, liquidarlo justamente, no botarlo un año antes de poder recibir la jubilación patronal. No es únicamente cívico creer en un consejo de comunicación o no, también es cívico ser responsables de nuestras publicaciones, ahorrar en sensacionalismo y ganar en veracidad (aunque esto demore la “primicia” un día), ahorrar en parcialidad y juegos semánticos y ganar en objetividad e información sustentada. No es únicamente cívico votar, también es cívico caminar la segunda milla.
Caminar la segunda milla debe venir de todos. Debe venir de los ministerios en la ejecución de las políticas públicas. Debe venir del Gobierno en buscar sumar a cualquier propuesta consultiva. Debe venir de los constitucionalistas y penalistas en complementar sus análisis sobre la consulta con comportamientos intachables. Debe venir del ciudadano en caminar la segunda milla después de la primera, que será el voto.
viernes, 4 de febrero de 2011
El olvido de los importante
(Artículo publicado en El Telégrafo el 4 de febrero de 2011)
Con esto no quiero decir que Ruptura de los 25 debe basarse en la incuestionabilidad del movimiento o el Presidente. Pero la creación de esa “democracia” que ellos defienden tanto no puede venir de los caprichos personales. Deben buscarse los mecanismos para crear democracia dentro del movimiento o partido por el cual fuiste elegido. Y lo mismo con el resto de desertores: los del Partido Social Cristiano, los de la Izquierda Democrática y otros cadáveres. Esta falta de convicción y continuidad es lo que nos hace, como país, comenzar de cero cada cuantas décadas. No creo en perennizar a las personas, pero sí creo en perennizar a las instituciones. La función representativa debe ir más allá de estar de acuerdo o no con el Presidente. Si crear institucionalidad es eso, entonces tengamos 124 independientes en la Asamblea.
Y a esto, los medios no ayudan. No por satanizar los medios, pero los mismos que alguna vez dedicaron una página entera para detallar las presuntas vinculaciones de Gustavo Larrea con las FARC, ahora le dedican una página entera para mostrarlo como el estandarte de la democracia y el de la oposición a la consulta. ¿A qué jugamos entonces?
Al final del día o eres bueno o eres malo. O eres gubernista o de la oposición. O te llenan de adjetivos porque apoyas al Gobierno o te llenan de adjetivos porque no lo haces. Es un circo, una pantomima con personajes claramente definidos; blancos y negros, sin opción a grises. Entonces la representación se traduce en eso, en dos extremos incompatibles con la política. Las cuestiones de fondo, lo que resulta verdaderamente importante, la esencia misma de una democracia sólida, será, como siempre, plato de segunda mesa.
Todo parecería una cacería de brujas. Si estás a favor eres un borrego, si estás en contra necesariamente un pelucón, complementados con los clásicos epítetos cortesía del señor Palacios y los aparecidos de siempre buscando sus quince minutos frente a una cámara. Pero la conciencia política colectiva de aquellos que han sido elegidos o designados para gobernar no parece estar enfocada en la construcción de una institucionalidad imprescindible para el desarrollo estructural del país. Aquellos que hace un par de años criticaban los camisetazos y las prácticas políticas que deterioran el aparato gubernamental son ahora dignos representantes de la disidencia coyuntural y el manejo de intereses personales por encima de los intereses colectivos. La salida de Ruptura de los 25 de la línea gubernista no representa una “duro golpe a Rafael Correa”; Rafael Correa no es el gobierno ni el Estado. El presidente Correa es un representante de una visión de país aprobada legítima y constitucionalmente en las urnas. La salida de Ruptura de los 25 es un duro golpe al establecimiento de una nueva perspectiva del aparato político, una perspectiva alejada de aquella que terminó por quebrantar cualquier intento democrático nacional.
¿Qué sería del Partido Republicano si cada vez que existieran desacuerdos internos la mitad de los representantes se desafiliaran? ¿Qué sería del Partido Demócrata si cada representante votara de acuerdo a su buen parecer y no siguiera los lineamientos partidistas? Ciertamente los Estados Unidos no son un modelo democrático envidiable, pero poseen una estructura institucional que ha permitido mantener una estabilidad política histórica. El representante político, aquel escogido por los votantes en representación de un ideal de partido, debe ser consecuente con quien él está representando. La desafiliación de
¿Qué sería del Partido Republicano si cada vez que existieran desacuerdos internos la mitad de los representantes se desafiliaran? ¿Qué sería del Partido Demócrata si cada representante votara de acuerdo a su buen parecer y no siguiera los lineamientos partidistas? Ciertamente los Estados Unidos no son un modelo democrático envidiable, pero poseen una estructura institucional que ha permitido mantener una estabilidad política histórica. El representante político, aquel escogido por los votantes en representación de un ideal de partido, debe ser consecuente con quien él está representando. La desafiliación de
“La función representativa debe ir másRuptura de los 25 no comprende una traición al presidente Correa, no comprende una traición a Alianza PAIS; comprende una traición a aquellos votantes a quienes están representando. Porque dentro del discurso de los 25 ninguno parece haberse detenido a pensar la razón por la cual están ocupando un lugar en la toma de decisiones.
allá de estar de acuerdo o no con el Presidente”
Con esto no quiero decir que Ruptura de los 25 debe basarse en la incuestionabilidad del movimiento o el Presidente. Pero la creación de esa “democracia” que ellos defienden tanto no puede venir de los caprichos personales. Deben buscarse los mecanismos para crear democracia dentro del movimiento o partido por el cual fuiste elegido. Y lo mismo con el resto de desertores: los del Partido Social Cristiano, los de la Izquierda Democrática y otros cadáveres. Esta falta de convicción y continuidad es lo que nos hace, como país, comenzar de cero cada cuantas décadas. No creo en perennizar a las personas, pero sí creo en perennizar a las instituciones. La función representativa debe ir más allá de estar de acuerdo o no con el Presidente. Si crear institucionalidad es eso, entonces tengamos 124 independientes en la Asamblea.
Y a esto, los medios no ayudan. No por satanizar los medios, pero los mismos que alguna vez dedicaron una página entera para detallar las presuntas vinculaciones de Gustavo Larrea con las FARC, ahora le dedican una página entera para mostrarlo como el estandarte de la democracia y el de la oposición a la consulta. ¿A qué jugamos entonces?
Al final del día o eres bueno o eres malo. O eres gubernista o de la oposición. O te llenan de adjetivos porque apoyas al Gobierno o te llenan de adjetivos porque no lo haces. Es un circo, una pantomima con personajes claramente definidos; blancos y negros, sin opción a grises. Entonces la representación se traduce en eso, en dos extremos incompatibles con la política. Las cuestiones de fondo, lo que resulta verdaderamente importante, la esencia misma de una democracia sólida, será, como siempre, plato de segunda mesa.
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